Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente. Cuando acabó de
hablar, dijo a Simón: —¡Rema mar adentro! (Duc in altum!) (Lc 5,3-4).
Jesús, la brisa de aquella tarde era una delicia. Todos,
apretados en la orilla del lago, embobados, no perdían Palabra. ¡Qué buena idea
la de subirte a la barca de Pedro! La gente se agolpaba alrededor de
Jesús para oír la Palabra de Dios (Lc 5,1-11). ¡Y qué bien oían! Hasta
que llegó aquel Duc in altum!, ¡Rema mar adentro!
Juan Pablo II lo cogió al vuelo: Duc in altum!, donde
el mar es más profundo, donde el misterio del amor de Dios abre delante de
vosotros espacios maravillosos, que no bastará una entera vida para explorar
(9.VI.01). Jesús quiero adentrarme en el mar “inabarcable” del Amor de Dios.
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Dile a Jesús que
quieres ser explorador del “Mar del Amor de Dios”.
¡Rema mar adentro y echad las redes para pescar! Simón contestó:
Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por
tu palabra, echaré las redes (Lc 5, 4-5).
Pedro era el “experto”; si de algo sabía era de peces y pesca:
¿cómo pescar de día? Pero, por tu palabra, echaré las redes. Se
confió de Jesús y vino el milagro. Jesús, yo, a veces confío, más en mí mismo,
de mi criterio que de ti. Pero como San Pedro me meteré mar adentro en la vida
interior y echaré las redes en el apostolado.
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Sueña con “pescas
milagrosas” y terminas.
Propósito: remar
mar adentro.