sábado, 2 de febrero de 2013

La Presentación del Señor: El Niño iba creciendo


Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la Ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, como está mandado en la Ley del Señor (Lc 2, 22-23).
Jesús, tus papás José y María —que te querían mucho— te llevaban al Templo de Jerusalén. A mí también mis papás —que me quieren mucho—, me llevan cada domingo a Misa. Pero no lo hacen sólo por cumplir la ley, por el cumplimiento (cumplo-y-miento), sino por Amor a Dios. Jesús, en la Eucaristía me esperas para alimentar mi alma. ¡Sufres tanto con las almas desnutridas, raquíticas¡ Al que escandaliza a uno de estos pequeños, más le valdría que le encajaran en el cuello… (Lc 17, 2-3). Y cómo gozas con las almas gorditas, como la mía, bien alimentadas con tu Cuerpo.
·        Pide por todas las familias que te acuerdes para que lleven a sus hijos a la Misa del domingo.
El Niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba (Lc 2, 22-40).
Llevo 20 años yendo a Misa y no me acuerdo de ninguna homilía. Eso de ir a Misa ¡no sirve para nada!, así se justificaba aquel hombre. Y su amigo le explicó: —Llevas 20 años comiendo 3 veces al día y ni siquiera puedes recordar lo que has comido hoy. Pero si no te hubieras alimentado cada día, ahora estarías muerto. Jesús, gracias por alimentarme cada semana.
·        Reza despacito una Comunión espiritual.
Propósito: no ser un desnutrido del alma.