viernes, 28 de junio de 2013

Frutos de exportación

No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos; sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los Cielos (Mt 7, 21).
Bueno, Jesús, ya se ve que esta idea quieres que la tenga bien clarita: que no basta con las buenas intenciones, que hay que empeñarse en dar frutos. La verdad que algunos frutos hay en mi vida, aunque son frutos un poco pequeños y no muy sabrosos, que no son frutos de exportación. Jesús, sóplame algunas ideas, sugerencias para po­der ofrecerte frutos grandes, sabrosos, capaces de ser catalogados como de exportación.
·         Sigue pidiéndole a Jesús que te sople sugerencias.
Por tanto, todo el que oye estas palabras mías y las pone en práctica, es como un hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, llegaron las riadas, soplaron los vientos e irrumpieron contra aquella casa, pero no se cayó porque estaba cimentada sobre roca (Mt 7, 24-25).
Para dar frutos buenos he de construir sobre roca, sobre la roca de vivir en gracia, de hacer mi 3+2 a diario, de buscarte, Jesús, en los sa­cramentos (Confesión y Comunión). El primer fruto que te quiero pedir que me ayudes a ofrecerte es el de la constancia, que aprenda a ser constante un día, y otro día. ¡Ayúdame a perseverar!
·         Cuéntale a Jesús los motivos por los cuáles te cuesta ser cons­tante y luego pídele que te ayude a poner soluciones.

Propósito: Fruto de constancia.