Cuando partía Jesús de allí, vio a
un hombre sentado en el mostrador de los impuestos, llamado Mateo, y le dijo:
Sígueme. Él se levantó y lo siguió (Mt 9, 9).
Jesús, era lo último que se podía
esperar Mateo y los demás. Sé que ser cobrador de impuestos era algo así como
ser antijudío, algo que nadie perdonaba: colaborar con el Imperio Romano en su
sometimiento al Pueblo Elegido, y de paso hacerse rico. Pero Tú, Jesús dijiste
“no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores” (Mc 2, 17)… y entonces
me lleno de ilusión… y luego me entra un miedo cósmico: yo soy un pecador,
Jesús, ¿será que me llamas? Yo hago el 3+2 de milagro, yo me dedico a mis
cosas… ¿será?
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¿Será? ¿Será que Jesús me llama?
Estando Él a la mesa en casa de
Mateo, vinieron muchos publicanos y pecadores (Mt 9, 10).
Y sus amigos eran del mismo estilo,
pero Mateo los acercó a Ti, Jesús. Y yo sigo asombrado, y me he ido a Camino
(799) “Lo que a ti te maravilla a mí me parece razonable. -¿Que te ha ido a
buscar Dios en el ejercicio de tu profesión? Así buscó a los primeros: a Pedro,
a Andrés, a Juan y a Santiago, junto a las redes: a Mateo, sentado en el banco
de los recaudadores... Y, asómbrate!, a Pablo, en su afán de acabar con la
semilla de los cristianos” O sea, que no tengo excusa, y a llevarte a todos mis
amigos.
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Sigue preguntándole: ¿será que Jesús me llama?
Propósito: Oírte, levantarme,
seguirte.