Dijo Jesús a sus
discípulos: Ahora me voy al que me envió, y ninguno de vosotros me pregunta: ¿A
dónde vas? (Jn 16,5).
Jesús, realmente tus discípulos estaban bastante perdidos o
dormidos. Ninguno se atreve a preguntarte, pero yo sí. Vamos a ver, ¿a dónde vas…? —Con el Padre,
¿verdad.? —Algo me sospechaba. Siempre nos estás
hablando del Padre a quien quieres con locura. Siempre quieres cumplir su
dichosa Voluntad, pero ¿Qué va a ser de nosotros? Jesús, ¿Quién llenará tu
ausencia? ¡No nos dejes solos!
u Pide
a Jesús que nos mande a alguien como Él, que sea todo Amor. ¿Es posible?
Os conviene que me
vaya, pues si no me voy, el Paráclito no vendrá a vosotros (Jn 16,7).
Jesús, siempre me resulta difícil tratar al Espíritu Santo, al
Gran Desconocido. A ti te veo, más o menos, escondido en la Eucaristía, pero a
un espíritu.es difícil querer, no se le
puede abrazar... Y es que no es tanto cómo es sino cómo actúa. El
Espíritu Santo actúa, para entendernos, como el aire acondicionado del
alma: dulce huésped del alma, dulce refrigerio. Descanso en la fatiga, brisa en
el estío. O quizá mejor como el aire climatizado del alma, porque
también da calor y humedad: riega lo que está árido, sana lo que está enfermo.
Doblega lo que está rígido, calienta lo que está frío (cfr. Secuencia del
Espíritu Santo).
u Acude
a Dios Espíritu Santo para que aclimate tu alma.
Propósito: Hacer del
Gran Desconocido, el Santificador de tu alma.