domingo, 4 de mayo de 2014

Jesús, quédate conmigo

Quédate con nosotros, Señor, porque atardece y el día va de caída.
Fue en Madrid, en la Universidad Autónoma. Juan Pablo II fue recibido por las autoridades académicas. Fuera, estábamos los entusiasmados, gritones y bulliciosos estudiantes. Fue asomarse al balcón del rectorado y estalló en todas las gargantas: ¡Quédate con nosotros! ¡Quédate con nosotros! Y el Papa se quedó con nosotros, tan a gusto, a rezar el Ángelus. Jesús Quédate con nosotros, te suplicaron, y Tú aceptaste. Cuando los discípulos de Emaús te pidieron que te quedaras «con» ellos, Tú, Jesús les contestaste con un don mucho mayor. Mediante el sacramento de la Eucaristía encontraste el modo de quedarse «en» ellos recibir la Eucaristía es entrar en profunda comunión con Jesús. Permaneced en mí, y yo en vosotros (Jn 15,4). (cfr. JP II Mane Nobiscum)
u Agradece a Jesús que se haya querido quedar.
¿No es verdad que ardía nuestro corazón dentro de nosotros, mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras? (Lc 24,35).
Una vez que las mentes están iluminadas y los corazones enfervorizados, los signos «hablan». El divino Caminante sigue haciéndose nuestro compañero. Cristo cumple a la perfección su promesa de estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo (cf. Mt 28,20).
u Cuando Jesús se haga el encontradizo reconocerle y no dejarle nunca más.

Propósito: Quedarme con Jesús.