Cuando la gente vio que ni Jesús ni sus
discípulos estaban allí se embarcaron y fueron a Cafarnaúm en busca de Jesús
(Jn 6, 22-24).
Jesús, te quieren y te buscan. Tienen que remar con esfuerzo,
quizá con el viento en contra, a contra corriente, como esa canción que me
gusta tanto: Quiero volver a sentir / Escuchar solo tu voz / Que me diga
aquello / Que todas las mañanas repetía en sueños / A contracorriente, a
contracorriente… Jesús, ser cristiano es saber ir a contracorriente del
ambiente dominante, como decía Juan Pablo II: La humanidad tiene
necesidad imperiosa del testimonio de jóvenes libres y valientes que se atrevan
a caminar contracorriente. Jesús, solo a los peces muertos se los lleva
la corriente. Y yo no quiero ser pez, y menos muerto.
n ¿En
qué cosas o situaciones te dejas arrastrar por la corriente?
Al encontrarlo en la otra orilla del lago
le preguntaron: Maestro, ¿cuándo has venido aquí? (Jn 6, 25).
La corriente —con palabras de
Benedito XVI— es el estilo de vida superficial, incoherente e ilusorio
que a menudo nos arrastra, nos domina y nos hace esclavos del mal. Y en
mi cabeza sigue sonando la dichosa canción: Y salgo y te busco y no veo
el momento / Me asusto / Te vuelvo a buscar / Corriendo a contracorriente /
Sentir que no te encuentro entre tanta gente / Que viene, que corre / Y no
escucha su mente. Jesús quiero escuchar solo tu voz en mi corazón que
me dice: Vamos, contracorriente haz apostolado, sé ejemplar…
n Dile
a Jesús que quieres escuchar su voz.
Propósito: no ser carreta.