Habían remado uno, cinco o seis kilómetros,
cuando vieron a Jesús que se acercaba a la barca, caminando sobre el lago y se
asustaron. Pero Él les dijo: Soy yo, no temáis (Jn 6, 20).
¡No tengáis miedo!, ¿te acuerdas? Era Juan Pablo II recién elegido
Papa, asomado a la ventana de San Pedro ante miles de personas. Años más tarde,
Benedicto XVI, también en la misma Plaza, añadió: —¡No tengáis miedo de
Cristo! ¡Él no quita nada y lo da todo! Jesús, me pasa como a los
Apóstoles en medio de la tormenta del lago de Tiberiades, cuando caminando
sobre las aguas te confundieron con un fantasma. ¡Soy Yo, no tengáis
miedo! Subiste a la barca y se terminó la tempestad. Jesús, ¡que no te
tenga miedo!, ¡qué no te tenga miedo! Pídeme lo que quieras.
n Di a
Jesús que con Él no tienes miedo a nada ni a nadie, sólo tienes miedo de
perderle.
Y viéndoles remar con gran fatiga, porque
el viento les era contrario, hacia la cuarta vigilia de la noche vino a ellos
andando sobre el mar, e hizo ademán de pasar de largo (Mc 6, 48).
Jesús, ese gesto tan tuyo hizo ademán de continuar adelante, me
encanta. Lo hiciste con los discípulos de Emaús y ahora en medio del lago.
Tantas veces, Jesús, pasas cerca de mí y no me entero. Los de Emaús le
retuvieron diciéndole: Quédate con nosotros. Jesús, que te sepa
descubrir y sobre todo retener: ¡Quédate conmigo! Yo nunca te dejaré.
n Dile
a Jesús que te pida lo que quiera. Sé muy valiente.
Propósito: decirle que sí a Jesús.