Ellas partieron al instante del sepulcro con temor y gran alegría,
y corrieron a dar la noticia a los discípulos (Mt 28, 8).
Tráfico fluido en toda la ciudad,
repetía de continuo la radio aquel lunes de Pascua. Había sido una Semana Santa
estupenda acompañando a Jesús en su Pasión, Muerte y Resurrección. ¡Aleluya!
Ahora, con la alegría de la Resurrección, era el momento de la operación
retorno. Al llegar a una curva se formó una caravana de carros que avanzaba
lentamente. ¡Qué extraño! Un poco más adelante, en la mediana, con el techo hundido
y todos los cristales rotos, se veía un carro volcado. Enseguida surgió una
oración por los ocupantes y las posibles víctimas.
Jesús,
cada vez que viaje en carro rezaré la Bendición del Viaje.
De pronto Jesús les salió al encuentro y les dijo: Alegraos.
Ellas se acercaron, abrazaron sus pies y le adoraron (Mt 28, 9).
Todavía no habían llegado ni la ambulancia, ni la policía. Pensé
en primeros auxilios o últimos sacramentos, estaba preparado para todo.
Aparqué el coche en el arcén, bajé y pregunté con discreción: ¡Gracias a Dios,
no había víctimas! Milagrosamente los tres ocupantes estaban bien, con ligeros
cortes y una cara de susto tremenda. En el rostro también se leía que aquel
día habían vuelto a nacer. Era un lunes de Pascua de Resurrección.
Que
cada día me vuelva a levantar de los tropezones, volver a nacer.
Propósito: rezar antes de viajar.