martes, 1 de marzo de 2016

Setenta veces siete: son cuatrocientas noventa

Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestro enemigos y rezad por los que os persigan (Mt 5, 43-44).
Un sacerdote recuerda que después de una guerra fratricida fue a verle una persona muy conocida, a quien habían asesinado muchos parien­tes en el cruce de un camino rural. Aquella persona quería levantar una cruz grande, precisamente en aquel lugar, como recuerdo de sus caí­dos. Yo le dije: —No debes hacerlo porque lo que te mueve es el odio hacia los asesinos y aquella cruz te sirve sólo para perpetuar el odio: no será la Cruz de Cristo, sino la cruz del diablo. La cruz no se hizo. Mi interlocutor supo perdonar.
Una obra de misericordia es perdonar, ¿tú sabes perdonar?
Pedro le preguntó —Señor, ¿cuántas veces tengo que per­donar a mi hermano cuando peque contra mí? ¿Hasta siete? (Mt 18, 21).
Jesús a San Pedro siete veces le parecía el máximo imaginable. Sin embargo Jesús contestó: No siete, sino setenta veces siete. Es decir, siempre. Pero perdonar no es olvidar. Me puede pasar como la historia: ¿Por qué sigues echándome en cara mis antiguos pecados? —le dijo el marido a su mujer—; yo creía que los habías perdonado y olvidado. La mujer le replicó: Es cierto, pero quiero que tú no te olvides que yo te he perdonado y olvidado. Tal vez no sea posible olvidar, pero hay que hacer todo lo posible.
Jesús concédeme el don de la mala memoria para las ofensas.

Propósito: perdonar y olvidar.