sábado, 7 de diciembre de 2019

Novena de la Inmaculada (octavo día) Bendita sea tu pureza...


Cumplidos los días de la purificación de la madre según la Ley de Moisés, llevaron al Niño a Jerusalén para presentarlo al Señor (Lc 2, 22)
Hoy, Madre, vengo a ti para aprender y pedir. Como vengo a apren­der me voy a sentar en un rincón de tu casa y te miro. ¡Qué bonita eres, María! Y qué sencilla. Me enamoro de ti y aprendo que la verda­dera belleza es la que sale del corazón. También a pedir. Te miro a los ojos y te pido: vísteme con los vestidos de la pureza. Yo necesito cubrir mi corazón y mi vida de esa pureza que tú me darás. Dame el vestido del pudor para no mostrar salvajemente mi intimidad. Enséñame con la modestia a no querer llamar la atención a cualquier precio y saber comportarme como un hijo de Dios. Haz que no descubra mi cuerpo a los ojos curiosos de quien no conoce el amor verdadero.
Pide a María cada noche la pureza de corazón rezando las Tres Avemarías y de rodillas.
Yo soy la madre del amor hermoso, del temor, del conoci­miento y de la santa esperanza (Eclo 24,24)
Te pido la pureza en mis pensamientos, en mis ojos, en mis miradas, en mis palabras. Te miro y me enamoro de ti. ¡Te saludo, llena de Gracia! Te saludo llena de amor, hermosa sobre todas las mujeres, alegría de la Creación, Madre del amor hermoso. Me acostumbraré a recitar con frecuencia el “Bendita sea tu pureza”.
Termina pidiendo el don de la Santa Pureza para ti y los tuyos.
Propósito: Bendita sea tu pureza…