El que acepta mis
mandamientos y los guarda, ése es el que me ama. Y el que me ama será amado por
mi Padre, y yo le amaré y yo mismo me manifestaré a él (Jn 14, 21-22).
Jesús de mi alma, que me
convenza que los mandamientos no son barreras, prohibiciones: “no mires, no
toques, no pienses ¡que agobio!”. Los mandamientos me marcan el mejor camino
para amar mucho en la tierra y después llegar hasta el Cielo. Que aprenda a
cumplirlos con alegría y si no los cumplo irme a confesar.
No acostumbrarme a saltar
las señales (Mandamientos).
Si alguno me ama,
guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él y haremos morada en
él (Jn 14, 23).
Mi alma es una casa. Está
limpia cuando vivo en Gracia, lleno de la fragancia y del Amor de Dios. En ella
mora Dios. ¡Soy Templo de Dios!: El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Dios es
mi huésped. Está en mí mientras no lo expulse por el pecado grave. La llave
está en mi mano. La casa es pobre, pero la Santísima Trinidad la embellece con
su presencia. Hoy Dios mora en mí, en la eterni-dad yo moraré en Dios.
Termina considerando que
eres “morada”, Templo de Dios.
Propósito: soy morada de Dios.