martes, 13 de abril de 2021

Reina del Cielo, ruega por nosotros

 

Si os he hablado de cosas terrenas y no creéis, ¿cómo ibais a creer si os hablara de cosas celestiales? (Jn 3, 12).

Háblame, Jesús, del Cielo. Muéstrame, Señor, el lugar que me has pre­parado. ¿Cómo es?, ¿qué haremos?, ¿dónde está?, ¿será divertido?, ¿se juega al fútbol?, Perdona mis preguntas tan tontas. Pero ya ves, Señor, así somos los humanos. San Josemaría nos dice: Si el Amor, aún el amor humano, da tantos consuelos aquí, ¿qué será el Amor en el Cielo? (Camino 428).

Imagínate el Cielo y pásmate con la belleza de la Reina del Cielo: María.

Pues nadie ha subido al Cielo, sino el que bajó del Cielo, el Hijo del Hombre (Jn 3, 13).

Jesús, Tú has bajado del Cielo. Ahí está tu Padre y tanta gente. ¿Cómo es el Cielo? El Cielo es siempre nuevo, siempre distinto, sin cansancio y sin empalago. Es toda la luz y el color, es la música y la dulzura, es alegría que nadie me puede quitar. El cielo es AMOR. Un amor que no se oxida, un amor limpio que fascina, embellece, que es siempre como la primera vez. Y sobre todo, en el Cielo estaré contigo, Jesús de mi alma, para siempre. Allí, junto a María la Reina, toda hermosura… en el Cielo, junto a los Ángeles, junto a millones de almas buenas, eternamente felices… para siempre, para siempre.

Dile a Jesús que, con su ayuda, quieres ir al Cielo y terminas.

Propósito: ir al cielo, pero sin escalas (Purgatorio).

lunes, 12 de abril de 2021

Me esperaba quien yo sabía, en donde nadie parecía

 

“Había un fariseo llamado Nicodemo, jefe judío. Este fue a ver a Jesús de noche” (Jn 3, 1).

Jesús, a Nicodemo le gustaba la noche, como a mí que soy bastan-te noctámbulo y bastante Nicodemo… Me encanta la magia de la noche dónde todo es posible. Y cuando a otros les da por irse de parranda, (virrée) yo, a veces voy a verte de noche, a la Adoración Perpetua, como Nicodemo, y te adoro. ¡Desvelándome contigo arre­glando el mundo…! Nadie te interrumpe, el silencio es más profundo, me hablas más cerca del corazón. Hay que hacer horas extras, me dices: por los que no rezan, por los que no creen, por los que no te conocen.

Dile que no piensas perder oportunidad de hacer Vela nocturna.

“El viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu” (Jn 3, 8).

San Juan de la Cruz es otro Nicodemo y nos cuenta sus parrandas En una noche os¬cura, / con ansias, en amores inflamada, / ¡Oh dichosa ventura! / salí sin ser notada, / estando ya mi casa sosegada. // En la noche dichosa / en secreto que nadie veía / ni yo miraba cosa, sin otra luz y guía, / sino la que en el corazón ardía. // Esta me guiaba / más cierto que la luz del mediodía, / donde me esperaba / quien yo bien me sabía, / en parte donde nadie parecía.

Sácale juguillo a la poesía de San Juan. Dice mucho….

Propósito: ser Nicodemo, y apuntarme a la próxima Vela.

domingo, 11 de abril de 2021

Domingo de la Divina Misericordia. Señor mío y Dios mío

 

Tomás, uno de los Doce, llamado Dídimo, no estaba con ellos cuando vino Jesús (Jn 20, 19).

Jesús, ¿y dónde estaba Tomás? Siempre me ha parecido un misterio: ¿Qué estaría haciendo? ¿Dónde se habría metido? Está claro que, en ese momento, su sitio era estar con la Virgen Santísima y los apóstoles. Ese día se despistó, hizo su plan: yo, a lo mío… Jesús, yo como Tomás, tantas veces a lo mío, a mis planes, a mis gustos, a mi TV, a mi egoís­mo. Jesús, rompe mi egoísmo. Que esté con los demás. Que me sienta miembro de tu familia la Iglesia y hermano de todos los hombres. Dame un corazón grande como el tuyo.

Concreta cómo romper tu egoísmo… decídete a meterte en una catequesis, hacer visitas a pobres, ayudar más en tu casa, etc.

(…) no estaba con ellos cuando vino Jesús (Jn 20, 19).

Tomás volvió triste, melancólico y desesperanzado. ¡Hemos visto al Señor! (Jn 20, 25). No se lo podía creer, no lo quería creer. Si no veo la señal de los clavos…, y si no meto mi dedo en esa señal…, y mi mano en su costado, no creeré (Jn 20, 25). ¡Qué bruto eres Tomás! Es el egoís­mo y la desconfianza lo que nos impide ver a Jesús, lo que nos lleva a criticar y a ver intenciones torcidas. A los ocho días (…) se presentó en medio (Jn 20, 26). Tomás, el incrédulo, por fin vuelve con los suyos. Son las heridas de Cristo lo que le convence: ¡Señor mío y Dios mío! Y yo, ¿ya he vuelto? Me espera Jesús para que sea foco encendido y dé mucha luz a los demás.

Repite muchas veces: ¡Señor mío y Dios mío!

Propósito: pedirle que me aumente la FE.

sábado, 10 de abril de 2021

Alégrate Reina del Cielo

 

Habiendo resucitado, al amanecer del primer día de la sema­na, se apareció, en primer lugar, a María Magdalena (Mc 16, 9).

Lo siento Marcos, pero nos has confundido. ¡Aquí falta algo!.. Por no de­cirnos lo evidente: que Jesús se apareció en primer lugar a su Santísima Madre, nos has dejado confundidos. ¡No iba a ser de otra manera!: María, la Madre de Jesús, esperaba el amanecer del domingo con fe, esperanza y amor. ¡Madre!, le dijo Jesús, ten fe porque al tercer día vol­veré, al tercer día resucitaré. María lo sabe y pasa toda la noche en oración.

Hoy, acompaña también a la Virgen. Dile lo mucho que tú también quieres a Jesús.

Habiendo resucitado, al amanecer del primer día de la sema­na (Mc 16, 9)

La luna ya se ha ocultado. Un rayo de luz penetra en la habitación. Nace el nuevo sol con más alegría que nunca: ¡Es el Domingo de Resurrección, el Día del Señor! María está despierta, en espera. Con las primeras luces, una voz inconfundible: —¡Madre!, —¡Hijo mío!, Jesús mío. María cae de rodillas y Jesús la levanta y la abraza. Los Ángeles, que contemplan emo­cionados la escena, no pueden contenerse ya más y cantan a pleno pulmón: Alégrate, Reina del Cielo, aleluya / Porque el que merecis­te llevar en tu seno; aleluya / Ha resucitado, según predijo; aleluya / Gózate y alégrate, Virgen María; aleluya / Porque ha resucitado Dios verdaderamente; aleluya.

Sigue saboreando el Regina Coeli como si fuera un caramelo.

Propósito: rezar el Regina Coeli.

Regina Coeli

V. Alégrate, Reina del cielo; aleluya,

R. Porque el que mereciste llevar en tu seno; aleluya.

V. Ha resucitado, según predijo; aleluya,

R. Ruega por nosotros a Dios; aleluya.

V. Gózate y alégrate, Virgen María; aleluya,

R. Porque ha resucitado Dios verdaderamente; aleluya.

V. Oración: Oh Dios, que por la resurrección de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, te has dignado dar la alegría al mundo, concédenos que por su Madre, la Virgen María, alcancemos el goce de la vida eterna. Por el mismo Cristo Nuestro Señor.

R. Amén.

viernes, 9 de abril de 2021

El amor no es ciego, dilata las pupilas

 

Les dijo Jesús: Muchachos, ¿tenéis algo de comer? Le con­testaron: No. (…) Cuando descendieron a tierra vieron unas brasas preparadas, un pez puesto encima y pan. (…) Jesús les dijo: Venid y comed (Jn 21, 5.9).

Jesús, lo tuyo sí que es espíritu de servicio. Sabías que a Pedro y a Juan les volvían locos las barbacoas de pescado. No te lo dijeron, sino que Tú, con ojos de madre, enseguida te diste cuenta: Cuando la Virgen y las otras santas mujeres les preparaban el almuerzo —pez asado—, veías brillar los ojillos de tus Apóstoles. Conocías sus gustos, sus platos preferidos y quisiste darles una sorpresa. Jesús, que yo también tenga ojos y corazón de madre para con los demás, que sepa adelantarme en los detalles de servicio.

¿Conozco los gustos de los demás?

Aquel discípulo a quien amaba Jesús dijo a Pedro: ¡Es el Señor!

Jesús, Juan tenía una vista de lince. La barca estaba bastante lejos, pero bien que te reconoció. Dicen que el amor es ciego, pero resulta que es al contrario: El amor dilata las pupilas. Pero hay algo que no me parece bien: Jesús, ¡vaya caradura la de San Juan! ¿¡Cómo si yo no te amara, tanto o más…!? Que San Juan me perdone, pero eso de aplicarse con exclusividad el título: el discípulo amado no me parece bien. Y en el fondo de mi corazón oigo que me dices: obras son amores y no buenas razones.

Compite con San Juan en el amor a Jesús. A ver quién gana.

Propósito: ganar a San Juan.

jueves, 8 de abril de 2021

Jesús, que no te tenga miedo

 

Jesús se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros. Se quedaron aterrados y llenos de miedo, creían ver un espíritu. (…) Mirad mis manos y mis pies: Soy yo mismo. Palpadme y comprended (Lc 24, 36.39).

Jesús, tus apóstoles eran unos miedosos: Se quedaron aterrados y llenos de miedo. ¡Te confundían con un fantasma, y eras Tú! Seguro que les querías dar un buen susto y te morías de risa viéndoles así todos espantados. Jesús, tengo que reconocer que, a veces, también me pasa lo mismo: En la oración te tengo delante, te miro con cariño, te hablo y… ¡me das miedo! Pienso que me vas a pedir demasiado, que me vas a complicar la vida. Jesús, si me ves con cara de susto, ríete un poco de mí. Fíjate que hasta para confesarme me da un poco de miedo.

Atrévete a decirle a Jesús que te enseñe sus llagas. Comprobarás lo mucho que te quiere.

Como no acabasen de creer por la alegría y estuvieran llenos de admiración, les dijo: ¿Tenéis aquí algo que comer? Entonces ellos le ofrecieron parte de un pez asado. Y tomándolo comió delante de ellos (Lc 24, 41-43).

Jesús, lo que no termino de entender es que, queriéndote tanto, tus discípulos te dieron para comer pescado... ¡Qué horror! Tengo que reconocer que a mí el pescado no me gusta mucho. Ya ves, estoy lleno de tonterías. Jesús, ayúdame a detectar y superar tantos remilgos y caprichos. Y sobre todo a no tener miedo a que me pidas lo que sea.

Para no ser miedoso y ganar en fortaleza y generosidad, haz una pequeña lista de caprichos que te vas a quitar.

Propósito: repetir pescado y no ser tan miedoso.

miércoles, 7 de abril de 2021

Jesús, quédate conmigo

 

Quédate con nosotros, Señor, porque atardece y el día va de caída.

Fue en Madrid, en la Universidad Autónoma. Juan Pablo II fue recibi­do por las autoridades académicas. Fuera, estábamos los entusias­mados, gritones y bulliciosos estudiantes. Fue asomarse al balcón del rectorado y estalló en todas las gargantas: ¡Quédate con nosotros! ¡Quédate con nosotros! Y el Papa se quedó con nosotros, tan a gus­to, a rezar el Ángelus. Jesús Quédate con nosotros, te suplicaron, y Tú aceptaste. Cuando los discípulos de Emaús te pidieron que te que­daras «con» ellos, Tú, Jesús les contestaste con un don mucho mayor. Mediante el sacramento de la Eucaristía encontraste el modo de que­darse «en» ellos recibir la Eucaristía es entrar en profunda comunión con Jesús. Permaneced en mí, y yo en vosotros (Jn 15,4). (cfr. JP II Mane Nobiscum)

Agradece a Jesús que se haya querido quedar.

¿No es verdad que ardía nuestro corazón dentro de noso­tros, mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras? (Lc 24,35).

Una vez que las mentes están iluminadas y los corazones enfervoriza­dos, los signos «hablan». El divino Caminante sigue haciéndose nues­tro compañero. Cristo cumple a la perfección su promesa de estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo (cf. Mt 28,20).

Cuando Jesús se haga el encontradizo reconocerle y no dejarle nunca más.

Propósito: Quedarme con Jesús.

Jesús, hágase tu Voluntad, no la mía

 

Se volvió hacia atrás y vio a Jesús de pie, pero no sabía que era Jesús. Le dijo Jesús: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensando que era el hortelano, le dijo: Señor, si te lo has llevado tú, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré (Jn 20, 14-15).

Jesús, pobre Magdalena, estaba trastornada de tanto llorar. Necesitada y sedienta de su Jesús. No podía vivir separada de Ti. Jesús, que yo sea fuerte y valiente, pero sobre todo que te ame como la Magdalena. Que aprenda a correr a buscarte si por desgracia caigo en un pecado mortal. Que sienta la necesidad de pedirte perdón, la necesidad de comerte en la Eucaristía. Que seas realmente mi Jesús.

Sigue diciéndole a Jesús que lo quieres mucho y no lo quieres perder nunca.

Jesús le dijo: ¡María! Ella, volviéndose, exclamó en hebreo: ¡Rabbuni! que quiere decir Maestro (Jn 20, 16).

¡Lloras más que una Magdalena! Me lo dicen mis papás a veces para hacerme enojar. Jesús, no es que yo sea ni llorica ni llorón, pero es que a veces bien merece la pena llorar. Sobre todo sabiendo que eres Tú el que me vas a consolar: Bienaventurados los que lloran porque serán consolados... Tanto lloró la Magdalena que se encontró con el mejor consuelo, con Jesús.

Llama a Jesús: Rabbuni, Magister, Teacher, Professore… y pídele unas lecciones particulares (un tutorial) sobre el apostolado.

Propósito: aprender de la Magdalena.

lunes, 5 de abril de 2021

Padre no como yo quiera sino como Tú

 

La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron. Jesús se acercó, la tomó de la mano y la levantó. Al anochecer, cuando se puso el Sol, le llevaron todos los enfermos (Mc 1, 29-31).

Jesús mío, es que no te dejaban tranquilo ni a sol ni a sombra, ni siquiera al anochecer; te pasaste toda la noche atendiendo enfermos. San Pedro seguro que refunfuñaba y con su vozarrón de pescador gritaba desde la puerta: ¡Qué esto no es un hospital! ¡Pero por favor, dejen descansar al Maestro! Y desde fuera la gente le contestaba: ¡Claro! ¡Como ya te ha curado a tu suegra…! ¿Y quién me cura a mi hijo? ¿O a la tía? Y quizá incluso alguno también llevaba un perrito o un pajarito con el ala rota. Y Pedro, todo avergonzado, no supo qué decir. La mirada sonriente de Jesús le sirvió de respuesta.

¿A quién puedes llevar para que lo cure?

Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar (Mc 1, 35).

Jesús, ¿pero de qué hablabas tan temprano con tu Padre? —De qué iba a ser sino de aquella niña enferma: Padre, te doy gracias por haberme escuchado (Jn 11, 42). O de aquel otro que no pudo salvar: Padre, no como yo quiero, sino como Tú (Mt 26, 39). Y también de ti y de mí… ¿De qué iba a hablar si no era de nosotros?

Jesús, que de mí solo puedas contar cosas buenas.

Propósito: dar de qué hablar a Jesús.

domingo, 4 de abril de 2021

¡Resucitó, aleluya, aleluya!

 

Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús. Y muy temprano, el primer día de la semana, al salir el sol, fueron al sepulcro (Mc 16, 1-2)

Jesús, cómo te querían las santas mujeres, incluso muerto. Tienen un amor, ¿¡como el mío!? que va más allá de la muerte, un amor que vence a la muerte y al pecado: Muerte, ¿dónde está tu victoria? Porque Jesús ¡ha resucitado! Jesús, yo también quiero llevarte el aro­ma perfumado de mi vida cristiana. Porque el que trata con pescado, huele a pescado; el que trata con pintura huele a pintura; y el que trata con perfumes huele a perfumes… Yo te llevo, Jesús, el perfume de mi vida limpia, porque te quiero tanto o más que la Magdalena.

Habla con Jesús de tus perfumes preferidos… Tú, ¿qué le llevas?

¿Quién nos moverá la piedra de la entrada del sepulcro? Al mirar, vieron que la piedra estaba corrida (Mc 16, 3-4).

¡Qué mujeres! No hay quien las pare: ni lo temprano de la hora, ni la pesada piedra, ni la repulsión de tocar un cadáver, ni los soldados romanos, nada... Y es que, cuando una mujer cristiana se empeña en algo… Que aprendan de las Santas mujeres, las mujeres que quieran ser santas: mi abuela, mi madre, ¿y yo? ¡Y la piedra estaba corrida!

No hay piedra, dificultad o montaña que no mueva la fe… y el amor.

Propósito: Mover piedras en mi alma.

sábado, 3 de abril de 2021

Jesús, prometo nunca más dejarte

 

José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque ocul­tamente por temor a los judíos, rogó a Pilato que le dejaran retirar el cuerpo de Jesús. Y Pilato se lo permitió. Vino, des­pués, y retiró su cuerpo. Nicodemo, el que había ido antes a Jesús de noche

Jesús, mi buen Jesús, ¿qué te han hecho? ¡Cuánto te echo en falta! Tengo un nudo en la garganta. No puedo vivir sin tu mirada, ni tu son­risa, sin oír tu voz ni tu risa. Hoy seré valiente e iré con Nicodemo y con José de Arimatea a pedir tu cuerpo muerto a Pilato. Me pasaré, junto a tu Madre, el día velándote, contemplando y besando tus heridas. En la hora de la soledad, del abandono total y del desprecio. Jesús, que sea valiente, que siempre dé la cara por ti.

Ante el cuerpo muerto de Jesús promete que nunca le dejarás.

Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos, con los aromas, como es costumbre sepultar entre los judíos (Jn 19).

Con San Josemaría: Yo subiré con ellos al pie de la Cruz, me apre­taré al Cuerpo frío, cadáver de Cristo, con el fuego de mi amor..., lo desclavaré con mis desagravios y mortificaciones..., lo envolveré con el lienzo nuevo de mi vida limpia, y lo enterraré en mi pecho de roca viva, de donde nadie me lo podrá arrancar, ¡y ahí, Señor, descansad! Cuando todo el mundo os abandone y desprecie..., serviam!, os ser­viré, Señor.

Hoy no dejes sola a la Virgen. Espera con ella la Resurrección…

Propósito: Cumplir mis promesas.

viernes, 2 de abril de 2021

Cristo murió por nosotros; y muerte de Cruz

 

Entonces se lo entregó para que fuera crucificado. Tomaron, pues, a Jesús; y Él, con la cruz a cuestas, salió hacia el lugar llamado de la Calavera, en hebreo Gólgota, donde le cruci­ficaron (Jn 19, 16-17).

Jesús, he llegado corriendo al Calvario acompañando a tu Madre. No puedo decir nada. Te veo. Estás allí, clavado en la Cruz, con la cara rota y el cuerpo destrozado y sangrante. Apenas puedes respi­rar, mientras te apoyas en tus pies atravesados para tomar aliento. La boca abierta. La mirada triste, agonizante. ¡Jesús!, ¿qué te han he­cho? Me miras… y toda mi vida me parece un sinsentido. Jesús, quie­ro consolarte, aliviar tu dolor. Que mi vida sea tu consuelo.

Sigue contemplando y consolando a Jesús con tus palabras y tu cariño.

Padre, perdónales porque no saben lo que hacen (Lc 23, 34).

Jesús, en la Cruz, todos tus gestos y palabras son de amor. Tienes los brazos abiertos, no porque estén clavados, sino porque quieres abra­zar a toda la humanidad en un abrazo cósmico. Entre tus brazos me acojo y con San Josemaría te digo: Soy tuyo, y me entrego a ti, y me clavo en la Cruz gustosamente, siendo en las encrucijadas del mundo un alma entregada a ti, a tu gloria, a la Redención, a la corredención de la humanidad entera.

Busca el crucifijo más cercano y llénalo de besos.

Propósito: Besar el crucifijo.

jueves, 1 de abril de 2021

Te adoro con devoción, Dios escondido

 

Como amase a los suyos, que estaban en el mundo, los amó hasta el fin (Jn 13, 1).

Jesús, tu vida terrena está llegando a su fin y el corazón se te desborda de ternura. No te mides, no eres calculador, como yo tantas veces: los amó hasta el fin. ¡Te das del todo en la Eucaristía! Ardientemente he deseado comer con vosotros esta Pascua (Lc 22, 15), nos dices con San Lucas: ardientemente, te morías de ganas, con pasión deseabas que llegara ese momento para instituir la Eucaristía, el Dios con no­sotros hasta el final de los tiempos. Jesús, todo para estar cerca de un tipo como yo, qué bueno eres Jesús, qué bueno eres, no me lo merezco.

Sigue unos minutos. Agradécele que se haya querido quedar contigo.

Se levantó de la cena, se quitó el manto, tomó una toalla y se la ciñó. Después echó agua en una jofaina y empezó a lavarles los pies a los discípulos (Jn 13, 4).

Jesús, al lavar los pies a los Apóstoles les estás grabando a fuego la clave de tu paso por la tierra: ser Dios es ser servidor de los demás. No basta saberlo, hace falta ponerlo en práctica cada día. Y ahí es­taban los pies de Judas, el traidor. ¡Qué cariño pondrías! Seguro que te esmeraste. Jesús, quiero ser como Tú, con un corazón grande, que sepa querer a todos, lavar los pies a todos, hasta los pies de los que me pisan.

Termina pensando a quién más puedes lavar los pies...

Propósito: Lavar pies.