domingo, 4 de abril de 2021

¡Resucitó, aleluya, aleluya!

 

Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús. Y muy temprano, el primer día de la semana, al salir el sol, fueron al sepulcro (Mc 16, 1-2)

Jesús, cómo te querían las santas mujeres, incluso muerto. Tienen un amor, ¿¡como el mío!? que va más allá de la muerte, un amor que vence a la muerte y al pecado: Muerte, ¿dónde está tu victoria? Porque Jesús ¡ha resucitado! Jesús, yo también quiero llevarte el aro­ma perfumado de mi vida cristiana. Porque el que trata con pescado, huele a pescado; el que trata con pintura huele a pintura; y el que trata con perfumes huele a perfumes… Yo te llevo, Jesús, el perfume de mi vida limpia, porque te quiero tanto o más que la Magdalena.

Habla con Jesús de tus perfumes preferidos… Tú, ¿qué le llevas?

¿Quién nos moverá la piedra de la entrada del sepulcro? Al mirar, vieron que la piedra estaba corrida (Mc 16, 3-4).

¡Qué mujeres! No hay quien las pare: ni lo temprano de la hora, ni la pesada piedra, ni la repulsión de tocar un cadáver, ni los soldados romanos, nada... Y es que, cuando una mujer cristiana se empeña en algo… Que aprendan de las Santas mujeres, las mujeres que quieran ser santas: mi abuela, mi madre, ¿y yo? ¡Y la piedra estaba corrida!

No hay piedra, dificultad o montaña que no mueva la fe… y el amor.

Propósito: Mover piedras en mi alma.