lunes, 5 de abril de 2021

Padre no como yo quiera sino como Tú

 

La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron. Jesús se acercó, la tomó de la mano y la levantó. Al anochecer, cuando se puso el Sol, le llevaron todos los enfermos (Mc 1, 29-31).

Jesús mío, es que no te dejaban tranquilo ni a sol ni a sombra, ni siquiera al anochecer; te pasaste toda la noche atendiendo enfermos. San Pedro seguro que refunfuñaba y con su vozarrón de pescador gritaba desde la puerta: ¡Qué esto no es un hospital! ¡Pero por favor, dejen descansar al Maestro! Y desde fuera la gente le contestaba: ¡Claro! ¡Como ya te ha curado a tu suegra…! ¿Y quién me cura a mi hijo? ¿O a la tía? Y quizá incluso alguno también llevaba un perrito o un pajarito con el ala rota. Y Pedro, todo avergonzado, no supo qué decir. La mirada sonriente de Jesús le sirvió de respuesta.

¿A quién puedes llevar para que lo cure?

Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar (Mc 1, 35).

Jesús, ¿pero de qué hablabas tan temprano con tu Padre? —De qué iba a ser sino de aquella niña enferma: Padre, te doy gracias por haberme escuchado (Jn 11, 42). O de aquel otro que no pudo salvar: Padre, no como yo quiero, sino como Tú (Mt 26, 39). Y también de ti y de mí… ¿De qué iba a hablar si no era de nosotros?

Jesús, que de mí solo puedas contar cosas buenas.

Propósito: dar de qué hablar a Jesús.