Había algunos
griegos; éstos acercándose a Felipe, el de Betsaida de Galilea, le rogaban:
«Señor, quisiéramos ver a Jesús». Felipe fue a decírselo a Andrés; y Andrés y
Felipe fueron a decírselo a Jesús (Jn 12, 20)
—¡Han
llegado los griegos! —¡Los griegos! ¡Ya están aquí…!
Gritó uno. En torno a ellos se arremolinaban los curiosos: ¡Pero qué raro
hablan! ¡Qué túnicas tan feas! Por fin, Felipe que chapurreaba un poco
su idioma oyó que le rogaban bajito algo así como: “Señor, quisiéramos
ver a Jesús”. —¿Qué es lo que dicen? ¿Qué quieren? —Dicen que
quieren ver a Jesús. Todo el mundo se quedo en silencio ensimismado
como pensando: Vemos a Jesús a diario y no nos damos cuenta. Y yo, ¿me doy
cuenta?
u Jesús,
ayúdame a valorar tu cercanía en el Sagrario. Que me dé cuenta.
Y
cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí. Esto lo decía
dando a entender la muerte de que iba a morir (Jn 12, 33).
Y
tú, Jesús, ¡de qué les ibas a hablar mas que de la Cruz!, Escándalo para los judíos, locura
para los griegos (1 Cor 1,23).
Y los griegos se volvieron locos, pero de alegría: ¡habían visto a Jesús! Desde
la Cruz Jesús atrae a sí a toda la humanidad. Jesús, que te pongo en lo más
alto de mi vida cuando vivo en gracia y trabajo duro.
u Poner
a Cristo en lo más alto de mi deporte, estudio, juegos, baile…
Propósito: Valorar la presencia de Jesús en la
vida ordinaria.