Jesús, al levantar la
mirada y ver que venía hacia Él una gran muchedumbre, dijo a Felipe: ¿Dónde
compraremos pan para que coman éstos? (Jn 6, 5).
Jesús, levantas la mirada y ves a la muchedumbre. Pero no ves a la
multitud, nos ves a cada uno, me ves a mí. Como nos dice el Papa: La mirada
conmovida de Cristo se detiene también hoy sobre los hombres y los pueblos. Con
su mirada abraza a las multitudes y a cada uno. Jesús, cómo me gusta sentir
tu mirada. De un vistazo borras de mi alma cualquier preocupación inútil, de
amargura. Jesús, mírame, mírame mucho. Y es que cuando me miras y te miro, sé
muy bien que me vas a pedir algo grande… como dar de comer a una multitud.
·
Deja que Jesús te mire
un rato cada vez que vayas a verle al Sagrario.
Aquí hay un muchacho que
tiene cinco panes de cebada y dos peces (Jn 6, 7).
Jesús, este muchacho me da envidia. Yo en su lugar me hubiera
hecho el loco al oírte decir a los apóstoles que buscaran comida para dársela a
la muchedumbre. Tal vez lo miraste a ese muchacho, y él comprendió que esa
mirada valía la pena darlo todo. Apuesto lo que quieras que tu mirada es muy
parecida a la mirada de la Virgen. Y así no vale. Porque tanto Tú como María
con una mirada son capaces de derretir los corazones más duros para que se den
del todo. Ni Superman tiene una mirada así.
·
Y yo, ¿qué puedo dar a
Jesús?
Propósito: darme del todo