En verdad, en verdad os
digo: el que no entra por la puerta del redil de las ovejas, sino que salta por
otra parte, ése es un ladrón y un salteador (Jn 10, 1-2).
Somos Templos del Espíritu Santo. Desde el Bautismo Dios nos ha
adornado con su Gracia, esperanza, alegría, amor de Dios, ¡tantas cosas buenas!
Pasa el tiempo y el tesoro se va enriqueciendo: perlas, rubíes, zafiros,
esmeraldas… Son las Virtudes, dones del Espíritu Santo, etc. Los ladrones
conocen la existencia de esos tesoros y esperan el momento oportuno, la ventana
mal cerrada para entrar, robar y destruir. Y los ladrones son: la curiosidad,
querer llamar la atención, querer probarlo todo, ponerse en el límite
(border-line), la conversación sucia…
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Da gracias a Jesús por
tantas cosas buenas que te ha dado.
Pero el que entra por la
puerta es el pastor de las ovejas. (…) Las ovejas atienden a su voz, llama a
sus propias ovejas por su nombre (…) y camina delante de ellas y las ovejas le
siguen, porque conocen su voz (Jn 10 3-4).
Jesús es el Buen Pastor que entra siempre por la puerta. Lo hace a
través de los ratos de oración, del Evangelio, de la Eucaristía. Tengo que
abrirte la puerta y entonces me llamas con tus silbidos suaves y cariñosos.
Jesús es el sacerdote, los amigos buenos que me ayudan, me guían y me acompañan
con su palabra, con su oración y con su ejemplo.
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¿Sabes silbar? Dile a
Jesús que te enseñe. Es un experto en silbos.
Propósito: aprender a escuchar los silbos amorosos de Jesús.