Pedro se puso de pie
en medio de los hermanos. Se habían reunido allí unas ciento veinte personas
(Act 1, 15).
San Pedro tenía un problema, ¡un grave problema! Los Apóstoles
empezaron a preocuparse. Pedro se paseaba nervioso por el Cenáculo, no comía,
no dormía… La Virgen, que está en todo, consideraba por dentro: ¿Pero qué le
pasará a este Pedrito? El caso era que tenían un sitio vacío, una
vacante, entre los 12 Apóstoles: el de Judas ¡el que pinchó (como se dice en la
Liga Española)! Había que sustituir a un traidor, y encontrar a
alguien que sirviera y que quisiera… San Pedro necesitaba, urgentemente, un
Apóstol de repuesto.
·
Pide para que no pinche
jamás ninguno de sus apóstoles.
Presentaron a dos:
José, llamado Barsabás, por sobrenombre Justo, y a Matías (…) Echaron a suertes
y la suerte recayó sobre Matías, que fue agregado a los once Apóstoles (Act 1,
23-26).
Por un lado estaba José, -¡todo un personaje!-, por
sobrenombre Justo, lleno de prestigio, con pedigrí y talento. Y por
otro lado, un tal Matías, un desconocido, un don nadie. ¡Fíjate cómo
hace Dios las cosas! Después de orar, salió el que a los ojos humanos menos
valía ¡Qué suerte has tenido, Matías! ¡Qué suerte si también Dios me elige a
mí!
·
Jesús necesita de otros
Matías; apóstoles de repuesto, ¿cuenta contigo? Pídele a la Reina de los
Apóstoles que te haga apóstol.
Propósito: No pinchar.