La paz os dejo, mi
paz os doy; no os la doy como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón ni se
acobarde (Jn 14, 27).
Rencillas, agobios, incertidumbres, temores…, son el fruto amargo
de perder el sentido de la vida. Insatisfacción, desasosiego, angustia…, es la
falsa paz que ofrece el mundo. Sólo estar contentín o agustín,
y nada más. Virgen Santa, desde que trato a tu Hijo me has quitado todo esto y
me has regalado su Paz. Tu Hijo me ofrece: paz, alegría, equilibrio, esperanza.
Nada puede robarme esta felicidad interior. Sólo el pecado, como un ladrón,
intentará sustraer de mi vida su presencia amorosa. Es por eso que antes de
dormir hago cada día el examen de conciencia. ¡Qué bien se duerme! ¡La mejor
almohada es una conciencia tranquila! Y me quedo dormido pensando en angelitos
y oliendo el aroma de tu pureza.
·
Que no me olvide que la
paz es consecuencia de la “lucha”.
Os he dicho: Me voy y
vuelvo a vosotros (Jn 14, 28)
¿Y si algún día meto la pata?, porque ¡mira que soy bruto! Pues
entonces me acordaré de los consejos de muchos santos que lo importante
es Volver. Volveré una y otra vez a mi Jesús con el sacramento de la
paz y de la alegría, la Confesión. Madre mía, ayúdame a ser muy valiente y que
me confiese todas las veces que haga falta, que me trague mi soberbia y no me
invente excusas.
·
Sigue hablando con
María.
Propósito: valentía para confesarme todas las veces que haga
falta.