Fuego he
venido a traer a la tierra, ¿y qué quiero sino que se encienda? (Lc 12, 49-53).
San Josemaría al meditar estas palabras escribía: Aún
resuena en el mundo aquel grito divino: «Fuego he venido a traer a la
tierra, ¿y qué quiero sino que se encienda?» -Y ya
ves: casi todo está apagado... ¿No te animas a propagar el incendio? (Camino 801). Jesús, qué pena. Sitios, familias,
personas, donde antes ardía el Fuego de tu Amor... ahora están apagados, fríos
o, lo que es peor, templaditos, entibiados. Ojalá
fueras frío o caliente! Y así, porque eres tibio, y no caliente ni frío, voy a
vomitarte de mi boca (Apoc 3, 16- 17). Jesús que me entere de una
vez: ser cristiano supone amar ardientemente a Dios y a los demás,
supone propagar el incendio.
En adelante,
una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres. (...)
Se dividirán el padre contra el hijo.
Jesús, nunca pensé que esto del 3+2 ó 2+3 fuera
tan evangélico. Tres contra dos y dos contra
tres... Ahora, ya sin bromas, te pido, Jesús, por mi familia.
Cuando me entero de familias que se rompen sufro mucho y pienso en la mía.
Jesús, que en mi familia nunca haya divisiones; que mis padres se quieran de
verdad; que se sepan perdonar; que yo sea buen hijo, buen hermano; que también
sepa perdonar.
·
Rezar a
diario por mi familia.
Propósito:
consultar nº 311 de Camino, por si acaso.