domingo, 27 de octubre de 2013

Negociad mientras vuelvo…

Un hombre noble se marchó a un país lejano para conseguirse el título de rey, y volver después. Llamó a diez empleados suyos y les repartió diez talentos (Lc 19, 12-13).
Jesús, me recuerdas a mi mamá, que es un poco repetitiva, pero en el fondo es una santa. La pobre no hace más que repetirme aquello de los talentos, sobre todo cuando llegan las notas: —que si no me esfuerzo lo suficiente, —que si yo quisiera, —que si los sacrificios que hacen para que no me falte de nada... Lo peor es que tiene toda la razón del mundo: ¡Tengo talento! Jesús, me has dado tantos talentos: simpatía, inteligencia, regate, buen humor… ¡algo tendré que hacer! ¿No?
·        Habla con Jesús. Dile que pones todo tu talento a su servicio.
Repartió diez talentos, diciéndoles: Negociad mientras vuelvo (Lc19, 13)
El Negociad mientras vuelvo me suena al cartel que a veces pone el peluquero en la puerta: Enseguida vuelvo; estoy almorzando. Jesús, me has dado un tiempo limitado. No sé cuánto durará mi vida: 100 años, 2 meses, más un día… Quisiera que el día que regreses te pongas muy contento por el buen negocio que has hecho conmigo y me digas: Muy bien siervo bueno y fiel… (Lc 19,17).
·        ¿En qué cosas me está pidiendo Dios que me esfuerce más?

Propósito: esforzarme en serio.