jueves, 2 de julio de 2015

Verdaderamente poderoso

En esto, trajeron a donde él estaba a un paralítico postrado en una camilla. Viendo Jesús la fe de aquellos hombres, le dijo al paralítico: “Ten confianza, hijo. Se te perdonan tus pe­cados”. (Mt 9, 2).
Jesús, miraste con cariño a ese hombre que desde a saber cuándo es­taba tirado en su camilla. Pero antes de curarle la parálisis, le perdonas los pecados. Mis pecados, muchos o pocos, son peor que una parálisis. También los pecados de mis amigos, los paralizan. ¡Qué poder el de tu palabra, Jesús!
u No habrá llegado la hora de experimentar el poder de Dios en la confesión. Prepara tu confesión.
El se levantó y se fue a su casa. Al ver esto, la gente se llenó de temor y glorificó a Dios, que había dado tanto poder a los hombres (Mt 8, 33-34).
Nuestro Dios es un Dios optimista, positivo, que levanta a la gente. El pecado nos aplasta, nos hunde. Nos deja como cáscara de banano en el suelo. Está ahí pudriéndose y convirtiéndose en ocasión de que otros se caigan por su culpa. No quiero ser causa de caídas para nadie. Se me viene algo a la cabeza ahora: cuando termine de confesarme, y me ponga de pie nuevamente, pensaré que estoy en una película de aventura, justo en la parte donde el héroe después de estar a punto de morir, cobra fuerza, se levanta y cumple con su misión.
u No te levantes sólo, ayuda a otros a ponerse de pie.

Propósito: Saborear el momento en que Jesús me cura al confesarme.