“¿Por qué te
fijas en la mota del ojo de tu hermano, y no adviertes la viga que hay en el
tuyo? O ¿Cómo vas a decir a tu hermano: Deja que saque la mota de tu ojo,
cuando tú tienes una viga en el tuyo?” (Mt 7, 3-4).
Y esto, ¿por quién lo dices? Seguro por aquellos que te
perseguían. Pero, ¿también para mí? Seguro que sí; y por eso San Josemaría
escribió: «¡qué equivocada visión de la objetividad! Enfocan las personas o las
tareas con las deformadas lentes de sus propios defectos y, con ácida
desvergüenza, critican o se permiten vender consejos» (Surco, 644). Y sin embargo,
yo pienso siempre tengo la razón, y me pongo a juzgar a los demás.
▶Pídele a Jesús que te haga ver tus defectos, esa viga de tus ojos.
“Hipócrita,
saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver cómo sacar la mota del
ojo de tu hermano.” (Mt 7, 5).
¡Qué duro; pero qué claro eres, Jesús! Porque sé que con la misma medida
con que mida, seré medido y todavía me agregarán. Espero que, ahora,
conversando contigo, ser sincero primero conmigo mismo, luego contigo y en la
Confesión… Y la verdad que a los demás tengo que disculparlos más, porque a
Miguelito (o sea yo) bien que lo disculpo, siempre encuentro un motivo que
justifica la viga.
▶Ayuda a los demás, pero —no lo olvides—: ayúdate, primero, a ti
mismo.
Propósito:
Sacar la viga y los clavos de Miguelito