domingo, 19 de febrero de 2017

No me seas “rancio”

Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestro enemigos y rezad por los que os persigan, para que seáis hijo de vuestro Padre que está en los Cielos, que hace salir su sol sobre buenos y malos (Mt 5, 43-44).
Jesús, quiero pertenecer a tu familia, ser hijo de tu Padre, ser tu hermano, parecerme cada vez más a Ti A veces me gusta imaginarme que me invitas a tu casa de Nazaret y la Virgen, “nuestra Madre”, —porque tam­bién es mía— nos da de merendar pan con chocolate y dátiles, que me gustan mucho. Y entonces te pido que en vez de dátiles, que engordan, me des, mejor, un corazón como el tuyo, que sepa amar a los que no me quieren y rezar por los que me persiguen
Aprovecha que estás en casa de la Virgen y dile lo mucho que la quieres
Si amáis a los que os aman, ¿qué merito tenéis? (Mt 5, 46).
Jesús, no hay más que una raza en la tierra: la raza de los hijos de Dios, decía San Josemaría. Jesús, a veces veo con malos ojos a uno porque es de otra raza, de otra cultura, de otro país, de otra lengua, o simple­mente de otra clase, de otro curso o de otro colegio. Que aprenda a amar a todos, sin hacer “grupos cerrados”. Que tenga amistades bien ventiladas, porque todo lo encerrado acaba oliendo mal.
Pídele a la Virgen un corazón grande y bien ventilado.

Propósito: tener muchos amigos.