jueves, 9 de febrero de 2017

Jesús, estoy para darte gusto

No está bien echarles a los perros el pan de los hijos (Mc 7,27).
Jesús, esto de los perros me trae a la cabeza lo que cuenta San Josemaría: “Ayer, por la tarde, a las tres, salí al presbiterio de la Iglesia del Patronato a hacer un poco de oración delante del Santísimo Sacramento. No tenía gana. Pero, me estuve allí hecho un fantoche. A veces, volviendo en mí, pensaba: Tú ya ves, buen Jesús, que, si estoy aquí, es por Ti, por darte gusto. Nada”. Como yo ahora Jesús, para darte gusto.
Jesús, que mi oración no dependa de mis ganas. Estoy para darte gusto.
Pero también los perros, debajo de la mesa, comen las miga­jas que tiran los niños (Mc 7,28).
San Josemaría se encontraba seco en su oración pero persevera ha­ciéndose un perrito: “Mi imaginación andaba suelta, lejos del cuerpo y de la voluntad, lo mismo que el perro fiel, echado a los pies de su amo, dormita soñando con carreras y caza y amigotes —perros como él— y se agita y ladra bajito... pero sin apartarse de su dueño. Así yo, perro completamente estaba”. Jesús que forma más hermosa de estar siem­pre contigo: un perrito fiel que come de las migajas.
Dile a Jesús: que quieres rezar soñando… ¡pero sin dormirte!

Propósito: hacer de perro delante de Dios ¡guau!