sábado, 4 de febrero de 2017

No te dejo ni a sol ni a sombra, ¡siempre contigo!

Y les dice: —Venid vosotros solos a un lugar apartado, y des­cansad un poco (...) Y se marcharon en la barca a un lugar apartado ellos solos (Mc 6, 32-33).
Pobrecillos. Los discípulos debían estar cansadísimos... Jesús, ¡cómo te preocupas por tus apóstoles! ¡Cómo les cuidas!... ¡Cómo también me cuidas a mí! A Pedro, cuando estaba muy cansado, quizá se le despei­naban las barbas y a Mateo tal vez le brillaba un poco más la calva. Son detalles que sólo perciben los ojos de los que aman. Y Tú, Jesús, te da­bas cuenta enseguida: Eres un padre y una madre con ojos y corazón.
Cuéntale lo cansado que estás para que te reserve sitio en su barca.
Venid a mí todos los que estéis cansados y agobiados (Mt 11, 29).
Eso va por mí, diría San Pedro; ¡Y por mí!, añadió el de la calva reluciente. Venid vosotros solos a un lugar apartado. Y te los llevaste, no a cual­quier sitio, sino... ¡de paseo!.
Dile a Jesús que nunca le vas a dejar solo en saber cuidar de los demás.

Propósito: cuidar a mi familia.