jueves, 23 de febrero de 2017

Jesús, Tú eres mi “recompensa”

Cualquiera que os dé de beber un vaso de agua en mi nom­bre, porque sois de Cristo, en verdad os digo que no perderá su recompensa (Mc 9, 41).
Jesús, soy un cazador de recompensas, como en las películas del oes­te. Mira, en este mes, no sólo he servido el agua en la mesa, sino que también, he regado las plantas de mi mamá, he lavado el carro de papá, me he hecho la cama todos los días… ¡Tantas cosas buenas! Jesús, ¿qué me he ganado de recompensa...? ¿Sabes una cosa?, pen­sándolo bien no quiero más recompensa que tenerte a ti, parecerme a ti Jesús, que no te pierda nunca, que no pierda mi Recompensa.
Agradece a Jesús tantas cosas buenas y exígele tu Recompensa.
Y al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le vale que le pongan al cuello una piedra de molino, de las que mueve un asno, y sea arrojado al mar. (Mc 9, 42)
Jesús, ¡qué tonto soy! A veces me da por ser mayor y me pongo a ridi­culizar delante de los demás la piedad e inocencia de los niños más pequeños: cuando van a Misa, hacen la Visita, voy, —idiota de mí—, y me río de ellos... Y lo hago sólo para quedar bien delante de mis ami­gos. Jesús, te pido perdón por si alguna vez he podido escandalizar a alguien, y más si fuera un niño.
¿Evito dar mal ejemplo, el escándalo, especialmente con los niños?

Propósito: ganar la mejor recompensa.