domingo, 21 de mayo de 2017

Vergüenza solo para pecar

Yo le pediré al Padre que os dé otro Defensor que esté siem­pre con vosotros, el Espíritu de la Verdad (Jn 14, 16).
Siendo niño, Karol Wojtyla, recuerda que: un día, mi padre me dio un libro de oraciones en el que se encontraba la Oración al Espíritu Santo. Me dijo que la rezara cada día. Por eso, desde aquel momento, procuro hacer­lo. Entonces comprendí por primera vez qué significan las palabras de Cristo a la samaritana sobre los verdaderos adoradores de Dios, sobre los que lo adoran en Espíritu y verdad (Jn 4,23). Como San Juan Pablo II, yo también, puedo repetir: ¡Oh, Espíritu de verdad y de sabiduría. Espíritu de entendimiento y de consejo. Espíritu de gozo y de paz! Quiero lo que quie­ras, quiero porque quieres, quiero como quieras, quiero cuando quieras.
Convertirme en un verdadero adorador de Dios en Espíritu y Verdad.
Como el Padre me envió así os envío yo. Dicho esto sopló sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo (Jn 20, 21-22).
Hacía tan solo dos días que aquel niño de 9 años había sido interveni­do de un tumor. Su madre le acompañaba en la UCI pediátrica. Por la medicación, la pobre criatura, padecía picazón por todo el cuerpo. El niño decía a su madre: mamá sóplame en los párpados, sóplame en la oreja... Era lo único que le aliviaba. Me acordé del evangelio cuando Cristo se apareció a sus discípulos y sopló sobre ellos Dicho esto sopló sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. Efecto medicinal, curati­vo, salvífico del soplo.
Ven Espíritu Santo, descanso en la fatiga, brisa en el estío.

Propósito: dile al Espíritu Santo que te sople.