Si tu hermano comete
un pecado, ve y amonéstalo a solas; si te escucha, habrás salvado a tu hermano.
(Mt 18, 15).
Corregir es una
manifestación de amor al prójimo. Y si no es por caridad, al final, uno se
convierte en el que cae mal porque a todo le encuentra defectos. No deja de ser
algo gracioso que hay quien no corrige para caer no mal; y quien sólo se la
pasa corrigiendo y cae mal. Pero hay un caso peor: el que no corrige por
“respetuoso”, es decir, porque le vale. Creo que en el fondo uno no corrige lo
que no quisiera que le corrigieran; y los tales respetos son un “ni se te
ocurra meterte en mi vida”. Jesús, quiero dejar todo esto de lado y ayudar a
mis amigos a que estén cerca de ti; de paso, me obligo yo a mejorar.
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Antes de corregir, pídele a Jesús su opinión.
Yo les aseguro,
también, que si dos de ustedes se ponen de acuerdo para pedir algo, sea lo que
fuere, mi Padre celestial se lo concederá (Mt 18, 19).
Y si además de
corregir, se reza, el negocio sale redondo. Me he dado cuenta, Jesús, que a
veces uno se da más cuenta de cómo andan sus amigos que los propios papás. Los
papás suelen pedir a Dios para que sus hijos sean buenos. Si a eso añado mi
oración, ya somos tres. Más lo que pide la abuelita, cuatro; y así
sucesivamente…
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Antes de corregir, y después de hablarlo con Jesús, reza.
Propósito: rezar por un
amigo.