Empezó Jesús a
explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho (Mt
16, 21).
Jesús, tienes deseos de
padecer por nosotros porque nos amas. A mí me da miedo el sufrimiento, Jesús.
No me refiero al miedo que me crucifiquen o algo así; sino a las cosas
chiquitas que incomodan. Te pongo un ejemplo: me cuesta un montón levantarme
temprano, y los domingos, ni te cuento. Un día, casi me quedo sin Misa por
levantarme tarde. Esos son los pequeños sacrificios que nos pides. Ese es el
dolor al que quieres que no tengamos miedo. Allí es donde esperas que
manifestemos que te queremos.
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Levantarme puntual. También los domingos.
¿De qué le sirve a
un hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? (Mt 16, 26).
El domingo pasado vi a
mi papá molestarse mientras arrancaba unas páginas del periódico. Estos que se
creen, decía, todo es buscar bienestar y placer a toda costa. Cuando levantó
la mirada (qué mala suerte la mía) estaba yo tumbado en el sillón comiendo,
viendo la tele y mandando whatsapps. Se sonrió, se sentó a mi lado y me habló
del valor del sacrificio. Jesús, ahora ayúdame a ser sacrificado y a no tenerle
miedo al esfuerzo.
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Ya me di cuenta que viendo tele y comiendo no se conquista nada.
Propósito: una hora menos
de tele (sí, hoy domingo).