El Reino de los
Cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para
que avisaran a los convidados, pero no quisieron ir (Mt 22, 3).
Jesús, la vez pasada me
regañó mi mamá porque me tardaba mucho en arreglarme y ya íbamos tarde. Me
atrasé porque la verdad no quería ir. Era una fiesta de gente grande y no iba
haber ningún amigo mío de mi edad. Le dije a mi mamá que iba a estar aburrido
porque no conocía a nadie. Me explicó que me aburriría si sólo estaba pensando
en mí y no me interesaba por los demás, aunque no los conociera. Imagino que a
los de la parábola les pasó igual, se perdieron el banquete del Rey quizá
porque pensaron que iba a estar aburrido. Y pensar que muchas veces el Rey que
invita eres tú, Jesús.
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Que nunca salga de mi boca “¡qué aburrido!”
Id ahora a los
cruces de los caminos, y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda (Mt
22, 9).
Jesús, ahora voy
entendiendo, la clave para no aburrirse está en pensar en los demás. ¿Y si no
los conozco? Da igual, ya los conoceré. Si no, cómo voy a tener más amigos. Si
no cambio, terminaré saliendo siempre con el mismo grupito, y a la hora de
hacer apostolado, van a ser contaditos con los dedos de las manos las personas
a las que podré llevar a Dios.
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Voy a dejarme de timideces egoístas y voy a conocer más gente.
Propósito: Hacer un nuevo
amigo