viernes, 5 de febrero de 2021

No perder la cabeza

 

Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea. La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey dijo a la joven: pídeme lo que quieras, que te lo doy (Mc 6, 14-29).

Jesús, ¡vaya fiestita de cumpleaños! Acabó muy mal. Qué contraste: el mayor nacido de mujer, un hombre justo y santo, va a morir para satisfacer el capricho de otro hombre ridículo, lleno de vacío, supersticioso, cruel e impuro. Seguramente Herodes estaría borracho. La mezcla del alcohol y sexo tiene consecuencias: violencia, egoísmo, aborto, dolor. ¿No seré yo también con mi presencia y mi silencio cómplice de tanto asesinato?

Que no me olvide de los pecados de omisión: el que calla, otorga.

Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan, el Bautista (…) Lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se lo entregó a la joven (Mc 6, 14-29).

Jesús, aquella adolescente alocada perdió la cabeza y pidió la cabeza de San Juan Bautista, como podía haber pedido un caballo, un perrito o un anillo. Quizá pensaba que era una artista. Y, ¿qué tiene de malo danzar? No era del todo consciente que con su forma de bailar, y de vestir despertó las pasiones de Herodes.

Jesús que mi forma de vestir, bailar, hablar no sean causa de que otros pequen.

Propósito: no perder la cabeza.