jueves, 4 de febrero de 2021

Que llevasen sandalias de repuesto

 

Jesús llamó a los Doce y los fue enviando de dos en dos (...) Les encargó que llevaran para el camino un bastón (…) que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto” (Mc 6, 7-9).

No era dinero, ni una maleta, ni una túnica nueva... Era solo una senci­lla caja de zapatos, pero con una nota desconcertante: Que hermo­sos son sobre los montes los pies de los que llevan el evangelio (Is 52,7). Aquel sacerdote, recién ordenado, abrió el regalo y encon­tró mucho más que un par de zapatos. Ahí dentro estaba todo un programa para su vida de apóstol; y entendió lo de las sandalias de repuesto. Pies ¿para qué os quiero? ¿Para dar patadas y poner zan­cadillas? Nooo...; —Para llevar el evangelio a todo el mundo ¿para qué sino?

Dile a Jesús que puede contar con tus manos, con tu boca y tus pies…

Jesús se levantó de la cena, se quitó la túnica, tomó una toalla y se la puso a la cintura. Después echó agua en una jofaina, y empezó a lavarles los pies a los discípulos (Jn 13, 4-5).

Jesús, me conmueve como cuidabas a tus apóstoles en la Última Cena. Lo que lavabas con tanto cariño no eran precisamente pie­cecillos de niño; eran pies sucios y polvorientos, cargados de largas caminatas por Palestina. Quizás decías: pero Que hermosos son los pies... mientras los besabas, también los de Judas. Jesús, mis patas, mis pies, quiero que sean tus pies que te lleven a todo el mundo.

Buscar pies, no tres pies al gato, ni pies de foto, sino pies que lavar.

Propósito: Ser de Lavapiés (es un pueblo en España)