Y
les dice: —Venid vosotros solos a un lugar apartado, y descansad un poco (...)
Y se marcharon en la barca a un lugar apartado ellos solos (Mc 6, 32-33).
Pobres.
Los discípulos debían estar cansadísimos. Jesús, ¡Cómo te preocupas por tus
apóstoles! ¡Cómo les cuidas! ¡Cómo —también— me cuidas a mí! A Pedro, cuando
estaba muy cansado, quizá se le despeinaba la barba y a Mateo tal vez le
brillaba un poco más la calva. Son detalles que solo perciben los ojos de los
que aman. Y Tú, Jesús, te dabas cuenta enseguida: Eres un padre con ojos y
corazón de madre.
Cuéntale
que es lo que te cuesta y que te cansa.
Venid
a mi todos los que estéis cansado y agobiados (Mt 11, 29).
—Eso
va por mí, diría San Pedro; —¡Y por mí!, añadió el de la calva reluciente.
Venid vosotros solos a un lugar apartado. Y te los llevaste, no a cualquier
sitio, sino... ¡de crucero! ¡de crucero en la barca de Pedro por el Mar de
Galilea! Con la mejor compañía Naviera Petrus. Y se marcharon en la barca a un
lugar apartado ellos solos. Ellos solos con Jesús, la mar de contentos. Y
harían clavaditos y hasta esquí acuático y se lo pasarían recontentos: Mateo,
por favor échate un poco de protector solar en la calva…, diría Jesús.
Dile
a Jesús que nunca le vas a dejar solo ni a sol ni a sombra.
Propósito: entretenerme
y divertirme con Jesús.