martes, 16 de febrero de 2021

Yo a cuantos amo, los reprendo

 

A los discípulos se les olvidó llevar pan, y no tenían más que un pan en la barca (Mc 8, 14).

¡Al que nunca se le haya olvidado algo que mandó mi mamá que tire la primera piedra...!” A mi ¡tantas veces!: los domingos, en un día de excursión… Jesús cómo me gusta que tus discípulos sean tan... normales, como yo. Y a falta de pan, buenas son tortas. No solo se les olvida el pan, sino que además empiezan a pegarse entre ellos. Están empanados, son susceptibles, son mecha corta. Ellos comentaban: —Lo dice porque no tenemos pan. Viven en su pequeño mundo. Necesitan que Jesús les despierte.

Jesús, ayúdame a evitar las peleas en casa, a salir de mi pe­queño mundo.

Dándose cuenta, les dijo Jesús: —¿Por qué comentáis que no tenéis pan? ¿No acabáis de entender?” (Mc 8, 17).

Y Tú, Jesús, les hablas de la levadura y te salen por otro lado. Los po­bres, de verdad, es que no se enteran... Están tan metidos en sus co­sas, en otra onda. Tú aprovechas la ocasión para con buen humor, tirarles de las orejas: ¿Tan torpes sois? ¿Para qué os sirven los ojos si no veis, y los oídos si no oís? (Mc 8, 19). Porque donde hay cariño de verdad se puede exigir sin herir. Yo a cuantos amo, los reprendo (Ap 3,19).

¿Dejo que me exijan? ¿Lo agradezco? ¿De verdad de la buena?

Propósito: des-empanarme.