La suegra de Simón estaba con fiebre muy alta y le pidieron que hiciera algo por ella. Él, de pie a su lado, increpó a la fiebre, y se le pasó; ella, levantándose enseguida, se puso a servirles (Lc 4, 38-39).
Mis respetos para la suegra de San Pedro. Mis respetos para todas las mamás del mundo. Si lo que Dios me pide es casarme, ojalá consiga una mujer como esa señora. Lo que más me llama la atención es ese “enseguida”. Si me vieras a mí, Jesús, cuando me piden las cosas. Soy más lento que una tortuga enyesada. Un día mi mamá hasta me regañó por arrastrar los pies cuando llegué a ayudarla. Es que estoy creciendo, le dije, y los tengo muy grandes y me pesan. Menos mal mi mamá no se traga mis cuentos. No basta sólo con que vengas a ayudar, me insistió, tienes que hacerlo contento.
u Sonreír aunque cueste.
Al ponerse el sol, los que tenían enfermos con el mal que fuera, se los llevaban; y él, poniendo las manos sobre cada uno, los iba curando (Lc 4, 40).
Es ya tarde y tú aún sigues trabajando. Has de estar ya cansado y continúas tratando a todos con cariño. Y pensar que a veces, con la excusa del cansancio, no rezo antes de acostarme. Siempre puedo reservar un poquito de energía para darte las buenas noches.
u No es verdad que no pueda más.