martes, 30 de agosto de 2011

La fuerza de la Palabra

Tenía un demonio inmundo, y se puso a gritar a voces: ¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres: El Santo de Dios. (Lc 6, 12).

Me impresiona y hasta me da un poco de miedo la reacción de ese demonio. No debo temer, estoy a tu lado. Es un tramposo porque por un lado dice que has venido a destruirnos y por otra que eres el Santo de Dios. Vaya modo de causar confusión. A mí, te soy sincero, Jesús, lo de que sea un demonio inmundo (es decir sucio) ya me lo dice todo. La impureza aparece siempre con esa doble cara. Por un lado, es atractiva pero por otro lo deja a uno triste y sin poder amar.

u Pídele a Jesús un corazón limpio y puro para amarle sin reparos.

Todos comentaban estupefactos: ¿Qué tiene su palabra? Da órdenes con autoridad y poder a los espíritus inmundos, y salen (Lc 4, 36).

Insisto en que a tu lado no tengo nada que temer. Una sola palabra tuya calma tempestades, expulsa espíritus inmundos, cura, etc. Tu palabra sigue aún pronunciándose. Me han explicado que cuando el sacerdote lee el evangelio eres Tú quien nos habla una vez más como entonces. Ángel de la guarda, ayúdame a estar atento en Misa. No me quiero perder ni una sola de las cosas que Jesús quiere decirme.

Pídele a tu Custodio también saber escuchar a Jesús que te habla en este rato de oración.

Propósito: estar atento en Misa.