Lo que entra por la boca no hace impuro al hombre, sino lo que sale de la boca: eso sí hace impuro al hombre (Mt 15, 11).
Contaba mi papá de un compañero que cada vez que hablaba de cada cinco palabras que decía tres eran barbaridades o malsonantes como diría mi abuela. Le pusieron primero de apodo “el cloaca” y luego le decían el francés por las linduras que le salían —¿qué culpan tendrán los de Francia?—. Por cierto, Jesús, que esta historia me la contó mi papi al oírme hablar en uno de los partidos del Madrid-Barça, en el que me apasioné y empecé a cantar las maravillas del contrario y el árbitro. Y si te contara que cuando en el tráfico se mete un carro sin pedir vía empiezo por el abecedario a insultarlo, desde la a de abusivo hasta la z de zarrapastroso, pasando por la b de burro, c de cerdo (sólo te cuento los ejemplos decentes, los otros hasta vergüenza me dan recordarlos).
u Cuéntale en que otros momentos se te sale el “francés”.
Dejadlos, son ciegos, guías de ciegos; y si un ciego guía a otro ciego, ambos caerán en el hoyo (Mt 15, 14).
San Josemaría escribió: “Ojalá fuera tal tu compostura y tu conversación que todos pudieran decir al verte o al oírte hablar: éste lee la vida de Jesucristo” (Camino, 2). Jesús, que sólo use mi lengua para hacer el bien y acercarte almas. Que nunca sea motivo de escándalo o causa de que otros se alejen de Ti. Que aprenda a tener una conversación agradable y que haga alegre la vida a los demás.
u Pídele a tu Ángel que te recuerde el morderte la lengua.
Propósito: Hablar siempre español y nunca francés.