miércoles, 26 de marzo de 2014

que salta la valla, cae en la trampa…

No penséis que he venido a abolir la Ley o los Profetas; no he venido a abolirlos, sino a darles su plenitud. En verdad os digo que mientras no pasen el Cielo y la Tierra, no pasará de la Ley ni la más pequeña letra o trazo hasta que todo se cumpla (Mt 5, 17-19).
Jesús, en el ambiente noto un terror a las normas, a los mandamientos, como si fueran en contra de mi libertad. Yo creo en Dios, pero a mi ma­nera; así es más espontáneo, más natural, dicen muchos. En cambio, bien que siguen las normas de tráfico y no salen de los límites de la ca­rretera, aunque las vallas restrinjan su libertad. Que me dé cuenta, Jesús, que los mandamientos son carreteras que me señalan la buena direc­ción, el mejor modo de llegar al destino correcto, para llegar hasta Ti.
u  Un mandamiento nuevo os doy, que os améis… ¿Ya lo he estrenado?
El que los cumpla y enseñe será grande en el Reino de los Cielos.
Jesús, ¡cuántas veces lo he comprobado!: El que salta la valla, cae en la trampa. En mi afán de probarlo todo, saberlo todo, curiosearlo todo, de verlo todo… He abierto puertas y superado barreras: ¡Qué difícil des­pués dar marcha atrás! ¡Qué amargas experiencias! ¡Qué imágenes tan sucias! ¡Buscaba más libertad y he caído en la trampa del pecado que me esclaviza! Jesús, con tu ayuda quiero cumplir tus mandatos ¡que liberan!
u  ¿En qué trampas suelo caer? ¿Qué es lo que me esclaviza?

Propósito: No caer en la trampa del pecado.