sábado, 22 de marzo de 2014

Se le echó al cuello y lo cubrió de besos

Un hombre tenía dos hijos: el más joven de ellos…(Lc 15, 11).
Una antigua leyenda hebrea cuenta la historia de: “Dos hermanos amantísimos que recibieron la herencia paterna. Al mayor le correspon­dió el campo más difícil y al menor el campo mejor. Su padre antes de morir les dijo que recordaran siempre que serían sus hijos, y que entre ellos siempre serian hermanos. Con la primera cosecha el mayor deci­dió llevarle parte de su trigo en secreto al granero de su hermano por la noche. Y al menor se le ocurrió lo mismo. Los dos se durmieron aquel día muy contentos”.
u  Jesús, no merezco tantas cosas buenas. Y lo mejor de todo: mis herman@s. Quiero darte gracias por ellos.
Y corriendo a su encuentro, se le echó al cuello y lo cubrió de besos (Lc, 15, 20)
Sigue la historia: “Al día siguiente comprobaron que seguían teniendo mucho trigo y ambos decidieron repetir la operación pero añadiendo además dos jarras llenas de aceitunas. Se cruzaron en la oscuridad sin verse y lo dejaron todo en el granero del otro. La tercera mañana se sor­prendieron porque no menguaban sus bienes. Aquella noche, con una espléndida luna llena, cada uno cargó su burro con un odre de vino y salió camino del granero del otro. Se encontraron a mitad del camino y se abra­zaron llorando de emoción recordando a su padre y alabando a Dios”.
u  Jesús, que me dé cuenta que ser Hijo de Dios es querer mucho a mis hermanos.

Propósito: ayudar a mis herman@s.