martes, 17 de marzo de 2015

Aquí estoy, tanto para un cosido como para un zurcido

Había un hombre que padecía una enfermedad desde hacía treinta y ocho años. Jesús, al verlo tendido y sabiendo que llevaba ya mucho tiempo, le dijo: ¿Quieres ser curado? (Jn 5, 3-4).
Jesús, ves a ese hombre que lleva tanto tiempo paralítico —¡treinta y ocho años!— y te compadeces de él. ¿Quieres ser curado?, le preguntas. Jesús, también a mí me haces preguntas: ¿Quieres ser curado? ¿Quieres que te ayude a superar este o aquel defecto? ¿Quieres que te dé alas para volar en tu vida interior? Jesús, te parecerá mentira pero… a veces te digo que no, que no me interesa comprometerme (tener dirección espiritual, hacer un retiro, asistir a una charla), no sea que me complique la vida. ¡Jesús no me dejes solo con mi egoísmo (huele tan mal)!
u El amor de verdad exige compromiso ¿Me comprometo con Dios?
El enfermo le contestó: Señor, no tengo un hombre que me introduzca en la piscina cuando se mueve el agua (Jn 5, 8).
¡Cuánta gente podría decir lo mismo!: Jesús, no tengo un hombre, no tengo a nadie que me eche una mano, que me ayude, que me oriente; nadie que me dé un buen consejo; nadie que me apoye cuando lo estoy pasando mal. Jesús, de los que están a mí alrededor, ¿puede quejarse alguno de mí? Jesús, que en el día del Juicio nadie pueda decir que no le ayudé. Tengo que abrir los ojos para que a nadie le falte mi cariño, mi ayuda, mi palabra de cristiano.
u Dile a Jesús, a qué personas estás dispuesto a ayudar.

Propósito: Apostolado… YA.