Desde entonces, muchos discípulos suyos
se echaron atrás y no volvieron a ir con él (Jn 6, 66).
Ten han oído hablar claro. Creyeron que seguirte sería sólo reír y
sentirse bien. ¿Desde cuándo lo que vale la pena se alcanza sin esfuerzo? A mí
también me da miedo el esfuerzo, Jesús. No voy a negártelo. No quisiera
soltarme nunca de tu mano, ser tu discípulo, estar en los grandes milagros
siempre. ¿No le voy a tener más miedo al cansancio ni al aburrimiento? Y si
caigo, me levantaré y seguiré junto a ti.
u ¿Te
caíste? ¿No aguantaste el esfuerzo? Pídele a Jesús la fortaleza.
¿También vosotros queréis marcharos?…
Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros
creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios. (Jn 6, 67-69).
Sí, alguna vez me han dado ganas de irme, no te miento. Me invento
excusas para no ir al círculo o la catequesis, para zafarme de la Misa. He sido
cobarde y hasta he dicho la típica mentira de “es que no me dan permiso mis
papás”. Lo peor es que yo sé que a mis papás les agrada que me forme y quiera
ser mejor hijo de Dios. Tu palabra me da vida y te he oído a través de la vos
de aquel que me da la formación o del padre en la meditación.
u Saca
propósitos de fortaleza para no hacerte el loco.
Propósito: Esta vez sí va en serio: no faltar nunca a mi círculo.