domingo, 30 de agosto de 2015

Sinceridad

Se acercaron a él los fariseos y algunos escribas que habían llegado de Jerusalén, y vieron a algunos de sus discípulos que comían los panes con manos impuras, es decir, sin lavar (Mc 7, 1-2).
Los apóstoles como están a tu lado, con el alma limpia y se saben que­ridos por Tí, son espontáneos. Tienen hambre y se comen lo que en­cuentran. No se paran a tener miedo al qué-dirán, y eso que los fariseos estaban cerca para criticar. Jesús, que me preocupe sólo el qué-dirás- Tú. Quiero ser un hombre recto, sin dobleces en el alma, no quiero ser retorcido como la cola de los porcinos, no quiero ser un queda-bien.
u Para no ser torcido, ¿hay algún tema del que no le has hablado a Jesús?
Nada hay fuera del hombre que, al entrar en él, pueda ha­cerlo impuro; las cosas que salen del hombre, ésas son las que hacen impuro al hombre (Mc 7, 15).
Jesús, no sé dónde leí que la palabra sincero viene del latín y que signifi­ca el que no tiene cera. Y la razón es que entre los romanos una escultura al momento de ser tallada podría agrietarse y para disimular la grieta la llenaban de cera. Pues bien, una escultura perfecta era sinónimo de sin-cera, porque no tenía grietas. Jesús, yo quiero que seas también Señor de mi vida, que Tú seas el artista y yo una escultura sincera, sin grietas.
u ¿Me acuerdo de alguna grieta a la que haya echado cera?

Propósito: confesión empezando por lo más gordo.