El que no
está contra nosotros está a favor nuestro (Mc 9, 39).
Las envidias, eso es lo
que a veces arruina todo en la clase. Una vez un compañero de mi clase le
propuso al profesor que rezáramos una estampa a San Josemaría pidiendo por una
señora que había tenido un accidente en la entrada del colegio. No lo pidió el
más piadoso de la clase precisamente, y eso fue lo que me cayó mal. Me enojé
con él y no recé bien la estampa por pensar en mis adentros que ese compañero
mío era un hipócrita. Después lo pensé con calma. Lo hablé contigo, Jesús. Lo
que me había caído mal era que no se me hubiera ocurrido a mí, ni que hubiera
sido yo quien sugiriera a mi compañero que rezara.
u La
envidia se cura dando gracias a Dios por lo que uno tiene.
Y
cualquiera que os dé de beber un vaso de agua en mi nombre, porque sois de
Cristo, en verdad os digo que no perderá su recompensa (Mc 9, 40).
¡Cómo cuidas, Jesús, a
los tuyos! Como decía San Josemaría: no te dejas ganar en generosidad.
Quiero ser tuyo, mi Jesús. Quiero pertenecerte. No es que quiera que la gente
me vaya dando vasos de agua (aunque a veces no me vendrían mal, mejor si es
alguna bebida rehidratante). Es más, esas palabras tuyas me animan a mostrar
que soy tuyo porque voy dando “vasos de agua”. Esa agua puede ser: hacer mi
cama, recoger la ropa sucia de mi cuarto, ayudar a poner la mesa, etc.
u Menos
pensar en ver quién me da de beber y más a quién hidrato.
Propósito: Dar un vaso de agua a alguien.