Él les
preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy?» (Mc 8, 27).
¿Quién digo yo que eres
tú, Jesús? No la respuesta que me aprendí de memoria del catecismo para la
primera comunión, o del libro de religión. ¿Cuál es “mi” respuesta a esa
pregunta? ¿Quién eres tú para mí? Yo digo que creo en ti, Señor. Pero, ¿vivo de
acuerdo a esa realidad? ¿No será que aunque sé que eres Dios y que tus
enseñanzas son la felicidad, después no termino de creérmelo? Sobre todo,
pienso cuando cedo a la curiosidad y veo cualquier cosa, o cuando hago bromas
pesadas, o me río de medio mundo incluyendo a mis papás. En ese momento, sin
querer contesto: Jesús es un mito y el verdadero Dios soy yo.
u De
una vez por todas, voy a vivir como cristiano coherente.
«¡Quítate
de mi vista, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!» Después
llamó a la gente y a sus discípulos, y les dijo: «El que quiera venirse
conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. (Mc 8, 33-
34).
Qué duro eres con
Pedro, Jesús. El pobre, en ese momento, no había terminado de entender que ser
cristiano coherente requiere luchar, esforzarse, y cargar con la Cruz. Quizá
ese también es mi problema: a veces soy un gran haragán y sólo paso jugando. A
veces soy, como diría mi abuela, peor que vaca echada en mi vida espiritual.
¡Ayúdame a ser más fuerte!
u Ser
como Pedro, que aunque le costó, entendió, y murió por Jesús.
Propósito: jugar un rato menos de
videojuegos.