Porque no
hay árbol bueno que dé mal fruto, ni tampoco árbol malo que dé buen fruto. Pues
cada árbol se conoce por su fruto; no se recogen higos de los espinos, ni se
cosechan uvas del zarzal (Lc 6, 43-44).
Jesús, si soy buen hijo
de Dios daré buenos frutos. ¿Y cuáles son los frutos que esperás de mí? Pues,
creo que una persona que está cerca de ti, si es estudiante, por ejemplo, lo
lógico es que saque buenas notas. No para andar después como pavo real,
pavoneando las buenas calificaciones, sino para saber mucho y poder en el
futuro servir mejor a los demás.
u ¿Cómo
van esas notas?
El hombre
bueno del buen tesoro de su corazón saca cosas buenas, y el malo de su mal saca
cosas malas: porque de la abundancia del corazón habla su boca (Lc 6, 45).
Para que el corazón sea
bueno tiene que estar bien limpio. Limpio de todas las intenciones torcidas.
¿Por qué será, Jesús, que uno a veces sólo identifica lo sucio con las cosas
relacionadas con la castidad? Hay muchas intenciones y acciones sucias más,
además de la impureza, como el egoísmo, el rencor, la pereza, la envidia, la
ira, la tibieza. Y esas suciedades, no lo dejan a uno estudiar. Pienso que la
confesión ha de ser como cuando llega el camión de la basura. Se lleva todo, y
quedan las casas y la ciudad bien limpita.
u Prepara
tu confesión, pensado en toda esa suciedad
Propósito: Dejar que la suciedad se la
lleve el camión de la basura