miércoles, 28 de febrero de 2018

Sentarme cerca de Jesús

Entonces se acercó a él la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, y se postró para hacerle una petición. Él le preguntó: ¿Qué quieres? (Mt 20, 20-21).
Jesús, ¡qué mujer! ¡Qué poderío!, como me recuerda a mi mamá. Si a los hijos de Zebedeo se les llama también hijos de trueno está claro que el trueno es su madre. Y si les preguntas a mis padres —¿Qué queréis?, como son padres cristianos, seguro que te dirán: —Que cada uno de mis hijos estén muy cerca de Ti. Por eso desde pequeñito me han enseñado a rezar, y me llevan a visitarte, y a confesarme. Jesús, ahora quiero darte gracias por unos papás tan buenos, aunque a veces mi mamá sea un poco “trueno”.
Habla ahora tú un rato y agradece a Jesús una familia tan estupenda.
Ella le dijo: Di que estos dos hijos míos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y otro a tu izquierda (Mt 20, 21-22).
Jesús ¿Que qué quiero? Pues muy sencillo, como la madre de los hijos de Zebedeo: que las personas a las que amo estén muy cerca de Ti. Por eso, me he propuesto rezar cada día por los de mi familia; y cuando alguno tiene exámenes o está con fiebre le encomiendo más. Me he dado cuenta que para que estén muy cerca de Ti, tengo que comenzar por mí: si yo soy buen hijo tuyo entonces Tú adoptas a toda mi familia. Qué bueno eres Jesús.
¿Cómo se llama el padre de los hijos de Zebedeo? (Trueno es la madre, Salomé para las amigas).

Propósito: sentarme cerquita de Jesús.

martes, 27 de febrero de 2018

El que no sirve… no sirve para nada

El que se ensalce a sí mismo será humillado, y el que se humille a sí mismo será ensalzado (Mt 23,12).
Jesús, algunas veces he jugado contigo al escondite, ¡eres un campeón! ¡Qué bien te escondes!: en el sagrario, en los enfermos, en los sencillos, en los ancianos. Pero la verdad es que el campeón para esconderse soy yo. Porque me hago el loco, el sordo, el que no ve y no se entera para que no me pidas nada.
¿Me sigo haciendo el sordo?
El mayor entre vosotros sea vuestro servidor (Mt 23,11).
Jesús, para ser como Tú tengo que servir, ayudar más en casa, recoger la habitación, estudiar en serio... Cuando llego a casa por las tardes, encuentro a mamá sonriente, pero me doy cuenta que está cansada. La pobre no para de la mañana a la noche cuidándonos a todos. El propósito de este rato de oración va a ser ayudar más en casa, servir, para parecerme más a Ti.
Dile a Jesús que servir es lo que más te gusta.

Propósito: dejar de esconderme.

lunes, 26 de febrero de 2018

Las “palabras” las carga el diablo

Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso. No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados, Perdonad y seréis perdonados; dad y se os dará (Lc 6, 36-37).
Jesús, qué fácil es criticar, murmurar, chismear, despellejar vivo a alguien, sin conocer los verdaderos motivos por los que hacen las cosas y que sólo Tú conoces. Es muy fácil criticar, pero es muy difícil valorar el daño que puedo causar con mis críticas. Las palabras pueden dar vida o matar. Su manejo debe ser tan delicado como el de los explosivos, el material radioactivo, los venenos y las medicinas, que se dosifican en fracciones de miligramos. Las palabras, una vez pronunciadas o escritas, toman vida y una libertad imprevisible. Van de acá para allá, haciendo mucho daño. Una banalidad puede asesinar un alma…
Jesús, si no es para hablar bien de alguien mejor es que me quede calladito.
Dad y se os dará (Lc 6,37).
Jesús, a veces soy muy tacaño con mis cosas, con mi tiempo, con mis ambiciones. No sé dar, no sé darme. Me doy cuenta de que esta actitud me empequeñece el corazón y, por eso, me hace incapaz de recibir tus dones. Hoy quiero aprender de Ti a ser generoso, y darte todo lo que me pidas: mis ojos, mis oídos, mi lengua y mi corazón;… tómalo, tuyo es y mío no (Santa Rita, Rita, lo que se da no se quita…).
Ahora que le has donado tu corazón, pídele un corazón como el suyo.

Propósito: Calladito y no chismear…

domingo, 25 de febrero de 2018

No hay montaña alta cuando un amigo te espera

Tomó Jesús consigo a Pedro, Santiago y a Juan su hermano, y los llevo a ellos solos a un monte alto, y se transfiguró ante ellos, de modo que su rostro se puso resplandeciente como el sol y sus vestidos blancos como la luz (Mt 17, 1-3).
Jesús ¡Llévame contigo! Yo también quiero ser de tus amigos íntimos. Reconozco que soy poco aventurero, la altura me da vértigo, pero me ataré a tí, seguiré tus pasos, pondré mis pies en las huellas que dejes hasta llegar a la cima. Jesús, a veces la oración se me hace cuesta arriba y me canso… Pero una vez que me pongo te encuentro a Ti en la cima y desde arriba ¡Qué claras se ven las cosas! ¡Qué bien se está contigo! Ayúdame, a tener en mi vida miras altas, amplios horizontes.
Cuéntale a Jesús que cosas te parecen una montaña.
Todavía estaba hablando cuando una nube resplandeciente los cubrió y un voz desde la nube dijo: Este es mi Hijo, el amado, en quien me he complacido, escuchadle (Mt, 17, 5).
Jesús, ¡vaya susto se llevarían tus discípulos! Yo también quiero oír del Padre esas palabras tan bonitas: ser el Hijo, el amado, en quien me he complacido. Quiero que mi vida sea para muchos y para Ti fuente de alegría y de consuelo. Ahora que hay tantos que se no se saben hijos de Dios, darte sólo alegrías, muchas alegrías.
Dios habla bajito, pero también altito, eso sí, para el que quiere oír. ¿Me hago el sordo?

Propósito: subir más montañas.

sábado, 24 de febrero de 2018

Setenta veces siete son… 490 veces

Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persigan (Mt 5, 43-44).
Un sacerdote recuerda que después de una guerra fratricida fue a verle una persona muy conocida, a quien habían asesinado muchos parientes en el cruce de un camino rural. Aquella persona quería levantar una cruz grande, precisamente en aquel lugar, como recuerdo de sus caídos. Yo le dije: No debes hacerlo porque lo que te mueve es el odio hacia los asesinos y aquella cruz te sirve sólo para perpetuar el odio: no será la Cruz de Cristo, sino la cruz del diablo. La cruz no se hizo. Mi interlocutor supo perdonar.
Jesús, te pido por el que me hizo...
Pedro le preguntó: Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar a mi hermano cuando peque contra mí? ¿Hasta siete? (Mt 18, 21).
Jesús a San Pedro siete veces le parecía el máximo imaginable. Sin embargo, Jesús contestó: No siete, sino setenta veces siete. Es decir, siempre. Pero perdonar no es olvidar. Me puede pasar como la historia: ¿Por qué sigues echándome en cara mis antiguos pecados?, le dijo el marido a su mujer; yo creía que los habías perdonado y olvidado. La mujer le replicó: Es cierto, pero quiero que tú no te olvides que yo te he perdonado y olvidado. Tal vez no sea posible olvidar, pero hay que hacer todo lo posible.
Jesús concédeme el don de la mala memoria para los agravios.

Propósito: perdonar y olvidar. ¿El qué?

viernes, 23 de febrero de 2018

Jesús, menos ganso y más manso

Habéis oído que se dijo a los antiguos: No matarás, y el que se llene de ira contra su hermano será reo de juicio; y el que llame a su hermano necio será reo ante el Sanedrín (Mt 5, 21-22).
Jesús, cuando me enojo con mis hermanos o con mis amigos no es que les llame necios, sino insultos terribles: cucaracha, rata de cloaca, sabandija, sanguijuela o cosas peores que no me atrevo a decir… Luego, después, me arrepiento y lo paso mal. Jesús, ¿por qué tendré la lengua tan afilada? ¿Por qué hago tanto daño a los que más quiero? Jesús, contigo también se metían y te insultaban: Muchos de ellos decían: Está endemoniado y loco, ¿por qué le escucháis? (Jn 10, 20), y les perdonabas siempre. Jesús, quiero ser como Tú: Manso y humilde de corazón (Mt 11,29).
Jesús, ¿existen ejercicios de mansedumbre? Ayúdame para ser como Tú.
Ve primero a reconciliarte con tu hermano (Mt 5, 24).
Oye, Jesús ¡cómo me cuesta pedir perdón! Porque cuando me enojo, siempre creo que es el otro el que debe pedirme perdón a mí. Incluso llego a la estupidez de no hablar con una persona durante un tiempo, porque me ha hecho esto y lo otro; y hasta que no me pide perdón… Sin embargo, Tú has perdonado incluso a los que te crucificaban. Padre, perdónales porque no saben lo que hacen. Que aprenda de Ti a perdonar, a adelantarme, a pedir perdón de la parte de culpa que tenga.
Piensa con quien tienes que hacer las paces, pedir perdón.

Propósito: buscarle y hacer las paces.

jueves, 22 de febrero de 2018

Cátedra San Pedro. No prevalecerán sobre ella

Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y el poder del infierno no la derrotará (Mt 16, 18).
El Papa Benedicto XVI sufrió los horrores y la persecución del nazismo en la 2ª Guerra Mundial. Él mismo lo cuenta: La Iglesia había sido, pese a las muchas debilidades humanas, el polo de oposición contra la ideología destructiva de la dictadura nazi; ella había permanecido en pie en el infierno que había devorado a los poderosos gracias a la fuerza proveniente de la eternidad. Nosotros teníamos la prueba: las puertas del infierno no prevalecerán sobre ella. Sabíamos, por experiencia propia, qué cosa eran las puertas del infierno y podíamos ver también con nuestros ojos que la casa construida sobre roca se había mantenido firme. ¿Quién le iba a decir que después él sería Piedra?
Pide por el Papa, para que sea piedra, roca, cimiento de la Iglesia.
Te daré las llaves del Reino de los Cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el Cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en Cielo (Mt 16, 19).
Jesús, al Papa no le has dado las llaves del carro, o de un chalet en la playa, o la clave para entrar en la compu. Le has dado las llaves de tu Casa, del Cielo. Por eso diré con San Josemaría: Todos con Pedro hacia Jesús por María.
Hazte amigo de San Pedro para que cuando llegue el momento te abra la puerta.

Propósito: rezar a diario por el Papa.

miércoles, 21 de febrero de 2018

De perdidos al río… al retiro

Habiéndose reunido una gran muchedumbre, comenzó a decir: Esta generación es una generación perversa; busca una señal y no se le dará otra sino la señal de Jonás (Lc 11, 29-32).
Jesús, que bonita la historia de tu gran amigo Jonás. Era lo que ahora llamamos un profeta menor, no por la altura, ni por peso, sino porque escribió poco. El caso es que escapando de cumplir la voluntad de Dios, como yo, a veces, fue engullido por un pez enorme. Allí dentro, un sitio calentito, tranquilo, silencioso hizo su curso de retiro de 3 días. Se dio cuenta de lo mucho que Dios le quería. Volvió cambiado, irreconocible, feliz. Se puso a hacer apostolado y convirtió a toda la ciudad: Nínive. Jesús, ¡qué buenos son los retiros! ¡Cómo me ayudan!
Repasa los propósitos del último retiro. ¿He hecho ya este año mi curso de retiro?
La reina del Mediodía se levantará en el juicio contra los hombres de esta generación y los condenará: porque ella vino de los extremos de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón (Lc 11, 29-32).
La Reina de Saba y Salomón y los Reyes Magos y Moisés y los once hermanos de José, y la Burra de Balaám, y Noé y la hija de Jairo y Abrahám y Jonás y la Magdalena, y… tantos personajes bíblicos, me tienen envidia por poder recibir a Jesús cada día en la Eucaristía. ¿Me doy cuenta? ¿Lo aprovecho? ¿Lo valoro? El día del Juicio, si no lo aprovecho, me lo echaran en cara ¡Qué vergüenza, entonces!
Dile a Jesús que el día del Juicio no quieres hacer el ridículo.

Propósito: Como Jonás dentro de la ballena, Jesús en mi alma.

martes, 20 de febrero de 2018

Padre mío que estás en el cielo y en la tierra

Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro que estás en los Cielos, santificado sea tu Nombre (Mt 6, 10).
Padre nuestro que estás en el Cielo… y en la tierra, en el Sagrario, en la cocina y en mi cuarto, en la piscina y en la montaña, y en la punta de un pino. Danos el pan de cada día... y la leche, y chocolates, y un carro nuevo para papá, y salud para mi abuela, y dinero para pagar la hipoteca, y que siempre sonría, y que no mueran más niños antes de nacer, y que se acaben las guerras, y…
Y tú, ¿qué le puedes pedir al Padre de parte de su Hijo Jesús?
Hágase tu voluntad así en la tierra como en el Cielo (Mt 6, 12).
Del Padrenuestro, los santos han sacado mucho provecho. San Josemaría: Tenía por costumbre, no pocas veces, cuando era joven, no emplear ningún libro para la meditación. Recitaba paladeando, una a una las palabras del Padrenuestro, y me detenía, saboreando, cuando Dios era mi Padre, que me debía sentir hermano de Jesucristo y hermano de todos los hombres. No salía de mi asombro, contemplando que era ¡hijo de Dios!
Reza “paladeando”, “saboreando” el Padrenuestro, pero despacito.

Propósito: rezar más Padrenuestros.

lunes, 19 de febrero de 2018

A – mí – me – lo – hicisteis

Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis (Mt 25, 34-35).
Jesús, a veces te veo por la calle y, perdóname, me hago el loco. Te veo disfrazado en ese niño enfermo, en ese anciano abandonado y yo no te quiero reconocer. Voy por la vida con mis anteojos de madera: ojos que no ven, corazón que no siente. Jesús, ayúdame a mirarte a los ojos -también cuando voy a verte al Sagrario-, a explotar mi burbuja de bienestar. ¡Estás ahí, como lo estás en el Sagrario!
Cuéntale a Jesús de las personas pobres que más te han impresionado.
Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis más humildes hermanos, conmigo lo hicisteis (Mt 25,45).
La Madre Teresa de Calcuta solía utilizar los cinco dedos de la mano para explicar la esencia del Evangelio: la identificación de Jesús con nuestros hermanos más pobres de entre los pobres. Al hablar del Juicio Final el mismo Jesús dice: Cuanto hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños a mí me lo hicisteis (Mt 25,40). Mientras decía esto, tomaba la mano de un niño y le iba moviendo los dedos uno tras otro: A-mí-me-lo-hicisteis. A continuación hacía que todos los niños lo repitieran: A mí me lo hicisteis.
Mírate los dedos de la mano y muévelos: A-mí-me-lo-hicisteis.

Propósito: sacar provecho de la catequesis “digital”.

domingo, 18 de febrero de 2018

Ángel de mi guarda, interceded por mí

El Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás (Mc 1,12).
Pero Jesús, —¡¡Cómo es posible!! — ¡¿Tú también sufriste tentaciones?! Pues yo, ya ves, también: se me ocurren cosas descabelladas y, en ocasiones los malos pensamientos de cosas impuras no me dejan en paz. Sé, que si lo permites es para fortalecerme, porque por muy grande que sea la tentación siempre será mayor tu gracia. También sé que una cosa es sentir y otra consentir, y si en algún momento tengo dudas se lo pregunto al sacerdote, que de eso sabe un montón. Jesús, que me quede tranquilo: una cosa es tener tentaciones y otra distinta es pecar.
En el Padrenuestro pedimos, no tener tentaciones sino no caer en ellas. ¿Lo entiendo?
Entonces el diablo le dejó, llegaron ángeles y le servían (Mt 4,11).
Jesús, ¡qué contento estoy con mi ángel de la guarda! ¡Un auténtico campeón! Ya me ha sacado de muchos líos. Tendrás que ascenderle en la jerarquía angélica porque lo hace muy bien. La verdad es que a veces se lo pongo difícil y tiene que hacer horas extras: esa serie de televisión que me hace daño, aquella amistad que no me conviene, esos caprichos, esa comodidad... Le voy a pedir a mi ángel que me ayude a huir de las ocasiones de pecar, y sobre todo que no me quiera hacer el valiente.
Habla con tu ángel.

Propósito: Hablar con mi ángel y recomendarle para un ascenso.

sábado, 17 de febrero de 2018

¡Las llamadas perdidas de Dios!

Jesús vio a un publicano llamado Leví, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme» (Lc 5, 27).
Bueno, Jesús, que ya te voy conociendo. Pasabas por ahí, quizá haciéndote el despistado, como el que no quiere la cosa. Pero en el fondo querías practicar tu deporte favorito: la pesca. Y ahí, encadenado, bajo el peso del montón de dinero, estaba tu amigo Mateo, un pez gordo. Al pobre no le cuadraban las cuentas: aquí me falta algo…, decía; efectivamente tenía un agujero, un vacío interior que no había forma de llenar: ¡Me falta algo, pero no sé lo que es! Mateo alzó la vista y se encontró con tu mirada. Y le dijo: «Sígueme» Y el gran vacío se le llenó de golpe, y al instante, dejándolo todo, te siguió. ¡Qué alivio! ¡El mejor negocio de su vida!
Esos vacíos que no llenan mi vida, ¿no los podría llenar Jesús?
Él, dejándolo todo se levantó y lo siguió (Lc 5, 27).
Jesús, a veces miro el celular y me lo encuentro lleno de llamadas perdidas, de Whatsapps. Son mis amigos, que me aprecian y quieren hablar conmigo, contarme sus cosas. En cuanto puedo me pongo en contacto con ellos. Tú también, Jesús, me sigues llamando continuamente en los aconteceres de cada día. Quieres decirme algo, hacerme presente tu cariño. Y le dijo: «Sígueme» ¿Soy consciente de esas llamadas que me haces? ¿Me hago el sordo?
Jesús, que no pierda ninguna de tus llamadas.

Propósito: no hacerme el sordo.

viernes, 16 de febrero de 2018

Jesús, es que te comería a besos

Se acercaron los discípulos de Juan a Jesús, preguntándole: ¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio tus discípulos no ayunan? (Mt 9,14).
Jesús, yo siempre tengo hambre, como los discípulos de Juan. Mi mamá me llama el hambriento. No como, devoro. Pero no es solo hambre de pizza, papas fritas y de dulces, sino también hambre de Ti Jesús, ¡qué ganas tengo de comerte! ¡Con que ilusión estoy preparando la próxima comunión! Tenemos un montón de cosas de que hablar. ¿Te acuerdas de aquella vez en que me decías…? ¿O cuando pensaba que estaba solo y te buscaba…?
Recita despacio, por dentro, paladeándola, la Comunión Espiritual.
Jesús les dijo: ¿Es que pueden guardar luto los invitados a la boda, mientras el novio está con ellos? (Mt 9,15).
Recordaba aquella niña que cuando tenía solo 5 o 6 años, el sacerdote del Colegio les explicó la presencia real de Jesús en el sagrario. Se le quedaron grabadas las palabras: Este es el Pan vivo. Quien come de este pan vivirá para siempre. Por eso, cada día, en el desayuno, se fijaba en sus papás. No se quedaba tranquila hasta que les veía comer pan. -¡Ah! Han comido pan, menos mal. Entonces mis papás no morirán, vivirán para siempre. En su sencillez de niña pensaba que Jesús estaba presente en todos los trozos de pan: Pan vivo, que da la Vida. Jesús, pero qué hambre tengo de Eucaristía, que ganas tengo de comerte…
Jesús, aunque hoy sea abstinencia, te comería a besos.

Propósito: No perder nunca el hambre… de Eucaristía.

jueves, 15 de febrero de 2018

Pero, ¿dónde se esconde la Cruz escondida?

Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si pierde su alma? (Lc 9, 24-25).
¡Pobre Jesús!... ¡Siempre con la Cruz a cuestas!... Oye, Jesús, ¿y no te cansas? Ya va siendo hora de que descanses un poco. Hoy quiero ser yo quien lleve tu cruz, la cruz de cada día; hoy voy a ser tu Cireneo. Por eso hoy mi cruz será no responder ante las burlas, tratar con cariño a mis hermanos, ayudar en la casa, no protestar, ponerme de portero en el futbol, sacar la basura, estudiar de verdad…
Pregúntale a Jesús de qué más.
El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y venga conmigo (Lc 9, 23).
¡Ya está! Lo he entendido: el que busca la Cruz se encuentra contigo, con Cristo. Jesús, esto me recuerda la historia de Carlitos. Aquel domingo fue a Misa con su abuela. Al entrar en la Parroquia se encontró, presidiendo el altar, un Crucificado de gran tamaño. El pobre Carlitos, asustado, se escondió detrás de la abuela y preguntó: —Abuela, ese, ¿quién es? La abuela le explicó que era Jesús… —¿Y quién lo ha puesto ahí? Unos hombres malos le crucificaron. —Abuela, preguntó más asustado: ¿Esos hombres malos siguen por aquí? Efectivamente, por aquí seguimos algunos, pero tranqui, que también hay cireneos.
Con voz de trapo decía aquel niño: Pobre Jezuz, tan zolo en la Cruz.

Propósito: llevar la cruz.

miércoles, 14 de febrero de 2018

Miércoles de Ceniza. Polvo, sí, mas polvo enamorado

Cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre, qué está en lo escondido (Mt 6,17).
Jesús, hoy comienza la Cuaresma. Nos ha dicho el sacerdote que es un tiempo fuerte, tiempo de conversión… pero no sé qué quiere decir lo de fuerte. Eso sí, esta mañana he ido para que me impusieran la ceniza. Los de mi clase, que son un poco mensos, van porque dicen que todo lo que es gratis se apuntan. Un año más me ha hecho que pensar lo que dice el sacerdote: Recuerda que eres polvo y al polvo volverás… Yo, como el poeta, repetía por dentro: Polvo, sí, mas polvo enamorado. Algunos piensan que somos solo eso, polvo, química, física, moléculas, átomos, neuronas… pero capaces de amar, de enamorarnos. ¡Polvo que ama!.
Dile a Jesús cómo piensas vivir esta Cuaresma: más estudio, ayudar más…
Y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará (Mt 6,18).
Jesús, en esta Cuaresma quiero vivir más cerca de ti, ser tu mejor amigo. Jesús, perdón por las veces que te he preocupado, por las veces que te he olvidado. Y como muestra de mi amor y arrepentimiento voy a hacer muchos pequeños sacrificios: sonreír siempre, comer lo que no me gusta, estudiar en serio, etc... Y Tú, que ves en lo escondido… me recompensarás.
Recuerda que eres de Dios y a Dios volverás… casi me gusta más.

Propósito: Si aún no lo he hecho, ir a que me “echen” la ceniza.

martes, 13 de febrero de 2018

Yo a cuantos amo, los reprendo

A los discípulos se les olvidó llevar pan, y no tenían más que un pan en la barca (Mc 8, 14).
«¡Al que nunca se le haya olvidado comprar el pan que tire la primera piedra...!» A mi ¡tantas veces!: los domingos, en un día de excursión… Jesús cómo me gusta que tus discípulos sean tan... normales, como yo. Y a falta de pan, buenas son las tortillas. No solo se les olvida el pan, sino que además empiezan a pegarse entre ellos. Están susceptibles, son peleones. Ellos comentaban: —Lo dice porque no tenemos pan. Viven en su pequeño mundo. Necesitan que Jesús les despierte.
Jesús, ayúdame a evitar las peleas en casa, a salir de mi pequeño mundo.
Dándose cuenta, les dijo Jesús: —¿Por qué comentáis que no tenéis pan? ¿No acabáis de entender?» (Mc 8, 17).
Y Tú, Jesús, les hablas de la levadura y se pierden en la explicación. Los pobres, de verdad, es que no se enteran... Están tan metidos en sus cosas, en otra onda. Tú aprovechas la ocasión para con buen humor, “tirarles de las orejas”: ¿Tan torpes sois? ¿Para qué os sirven los ojos si no veis, y los oídos si no oís? (Mc 8, 19). Porque donde hay cariño de verdad se puede exigir sin herir. Yo a cuantos amo, los reprendo (Ap 3,19).
¿Dejo que me exijan? ¿Lo agradezco? ¿De verdad?

Propósito: dejar que me exijan.

lunes, 12 de febrero de 2018

Jesús dio un profundo suspiro...

En aquel tiempo, se presentaron los fariseos y se pusieron a discutir con Jesús para ponerlo a prueba, le pidieron un signo del cielo (Mc 8, 11-13).
Jesús, te pusieron a prueba, como si fueras la cabra de un circo: Si te subes hasta aquí arriba y haces el triple mortal con tirabuzón…; y ahora el más difícil todavía: haznos un milagrito. Jesús, te pusieron a prueba y yo también, a veces, te pongo a prueba: —Que apruebe el examen con buena nota y sin estudiar. —Que encuentre los audífonos sin buscarlos. —Si no me concedes lo que te pido, ya no respiro o dejo de creer o de ir a Misa… Jesús, perdóname pero a veces ¡te pido cada cosa!
Jesús, te doy, no el a-Probado sino el Sobresaliente.
Jesús dio un profundo suspiro y dijo: ¿Por qué esta generación reclama un signo? (Mc 8,11-12).
Mi abuela —que es una santa—, no hace más que suspirar. Toma todo el aire que puede, lo mantiene un ratito en los pulmones y después lo suelta de golpe, mientras musita ¡¡Ay Sssseñor…!! Mis hermanos y yo decimos que los suspiros le salen del alma. Jesús, ¿cómo fue tu profundo suspiro?, ¿suspiras también por mí?
Dile que le vas hacer suspirar de orgullo santo por tener un hijo tan bueno.

Propósito: aprender de mi abuela.

domingo, 11 de febrero de 2018

Extendió la mano y le tocó

Se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: «si quieres puedes limpiarme»”(Mc 1, 40).
Jesús, debió ser algo parecido a lo que relata un escritor: “Uno de aquellos pequeños de unos 6 años de edad pero no sé si era niño o niña, se encaprichó extrañamente de mí. Era una cosa pequeña, miserable, pálida y medio alelada. Yo nunca había visto un niño al que me sintiera menos inclinado a acariciar que aquel. Pero ese pequeño monstruito enfermizo rondaba a mi alrededor, agarrado a mi ropa, siguiendo mis pasos, y al final levantando las manos me sonrió y poniéndose justo delante de mí, insistía en que lo abrazara. Era como si Dios le hubiera prometido al niño ese favor de mi parte y yo tuviera que cumplir esa promesa”.
Acariciaste con cariño y ternura al leproso. ¿Cómo trato a los demás?
Sintiendo lástima, extendió la mano y la tocó diciendo: «Quiero: queda limpio». La lepra se le quitó inmediatamente y quedó limpio (Mc 1,43).
Abracé a ese niño repugnante y lo acaricié con tanta ternura como si hubiera sido su padre. Sostuve en brazos mi indeseable carga un rato y, después de dejar al niño en el suelo todavía me seguía, cogiendo dos de mis dedos y jugando con ellos, como si fuera un hijo mío. Era un niño abandonado, discapacitado ¡Me había elegido para ser su padre! Jesús, que me deje elegir por los que no tienen.
Hay muchos enfermos y niños que esperan mi visita ¿A qué espero?

Propósito: no hacer “ascos” de nadie.

sábado, 10 de febrero de 2018

Me da lástima de esta gente

Como había mucha gente y no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: Me da lástima de esta gente (Mc 8, 1-2).
Jesús, no me canso de contemplarte una y otra vez. En ti encuentro un rostro siempre nuevo e inagotable que me invita a seguirte. Puedo observar tu gesto cordial y optimista, tu buen humor, tu tristeza ante el mal, tu mirar compasivo y misericordioso: Me da lástima de esta gente. Te das cuenta de las necesidades de la gente, de cada uno, también de las mías.
Jesús, estos días, por dentro hablo contigo agradeciéndote tantas cosas.
Llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer, y si los despido a sus casas en ayunas, se van a desmayar por el camino. Además, algunos han venido desde lejos (Mc 8, 2-3).
Un Dios que es Padre y a la vez con corazón de Madre. Sólo los ojos de madre pueden ver ciertas cosas: No tienen qué comer (...), se van a desmayar por el camino, (...) han venido desde lejos. Y a mí me dices: tienes mala cara, ¿no tendrás fiebre?, hoy no has dormito bien, ¿verdad?, a ver, ¿qué ha pasado hoy en clase?.... Y surge mansa la oración como el agua de una fuente: Pues mira Jesús a mí lo que me pasa es que...
Dale un poco de pena a Jesús para que te haga caso (se deja engañar).

Propósito: dar un poco de pena, así, en general.

viernes, 9 de febrero de 2018

Jesús, tu eres mi otorrinolaringólogo

Y le presentaron un sordo, que, además, apenas podía hablar (Mc 7, 32).
Jesús, en mi casa somos un poco sordos. Dice mi mamá que debe tratarse de una “sordera familiar selectiva”. Selectiva porque no oímos cuando suena el teléfono o llaman a la puerta, pero luego, cuando algo nos interesa, no se nos escapa detalle. Mi mamá, que es santa, nos repite siempre que “no hay peor sordo que el que no quiere oír”. Jesús, en la oración me pasa algo parecido: pienso que a mí no me hablas pero en el fondo es que no termino de escucharte, hago poco por sintonizar contigo.
Dile a Jesús que tú eres el sordo del evangelio, a ver qué puede hacer.
El, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y mirando al cielo, suspiró y le dijo: —Effetá (esto es, «ábrete»)” (Mc 7, 31-37)
Jesús, ya sabes. Límpiame los conductos auditivos del alma. ¿qué es lo que hace sordo? ¿Será la pereza, la impureza, los prejuicios, la soberbia? Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba sin dificultad. Jesús, ábreme los oídos del alma, suéltame la lengua para hablar de Ti.
Dile a Jesús que le nombras tu “Otorrinolaringólogo”, casi nada…

Propósito: ¿soy sordo?

jueves, 8 de febrero de 2018

Jesús, estoy para darte gusto

No está bien echarles a los perros el pan de los hijos (Mc 7,27).
Jesús, esto de los perros me trae a la cabeza lo que cuenta San Josemaría: “Ayer, por la tarde, a las tres, salí al presbiterio de la Iglesia del Patronato a hacer un poco de oración delante del Santísimo Sacramento. No tenía gana. Pero, me estuve allí hecho un fantoche. A veces, volviendo en mí, pensaba: Tú ya ves, buen Jesús, que, si estoy aquí, es por Ti, por darte gusto. Nada”. Como yo ahora Jesús, para darte gusto.
Jesús, que mi oración no dependa de mis ganas. Estoy para darte gusto.
Pero también los perros, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños (Mc 7,28).
San Josemaría se encontraba seco en su oración pero persevera haciéndose un perrito: “Mi imaginación andaba suelta, lejos del cuerpo y de la voluntad, lo mismo que el perro fiel, echado a los pies de su amo, dormita soñando con carreras y caza y amigotes —perros como él— y se agita y ladra bajito... pero sin apartarse de su dueño. Así yo, perro completamente estaba”. Jesús que forma más hermosa de estar siempre contigo: un perrito fiel que come de las migajas.
Dile a Jesús: que quieres rezar soñando… ¡pero sin dormirte!

Propósito: hacer de perro delante de Dios ¡guau!

miércoles, 7 de febrero de 2018

¡Te basta mi gracia!

Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad (Mc 7,14-23).
Jesús, algo me sospechaba. ¿Por eso dentro de mí encuentro tantas ganas de molestar a mis hermanos, llevar la contraria a mis papás, hacer enojar a mi perro, mentir, engañar...? Me pasa como a S. Pablo: Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. Jesús, y todo este mal, ¿de dónde sale? ¿Quién lo ha puesto? Si yo no soy malo, ¿por qué a veces hago daño a los que más quiero? Y me responde S. Pablo: No soy yo quien lo realiza, sino el pecado que habita en mí. Tras el triste episodio de la manzana de Adán y Eva una gota de aquel veneno, el pecado original, nos ha llegado a cada hombre, a mí también.
Que no me olvide del pecado original. Debo luchar contra el Maligno.
¡Infeliz de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? (Mc 7,14-23).
Y San Pablo escuchó: Te basta mi gracia. Jesús, la Gracia que me das en tus sacramentos es el antídoto contra el veneno del mal, contra el pecado. Porque donde abundó el pecado sobreabundó la gracia (Rm 5,20). Necesito mucho antídoto, necesito mucha gracia.
Busca el surtidor más cercano de Gracia y llena el depósito del alma.

Propósito: ponerme el antídoto.

martes, 6 de febrero de 2018

Mi corazón está muy, pero muy cerca de ti

Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío (Mc 7,6).
Jesús, con palabras de Isaías te quejas de tus contemporáneos. Cumplían las tradiciones hacían sus rezos pero les reprochas que su corazón está lejos de mí. —¿No me pasará a mí algo parecido? —¿No te quejarás también de mí?: Hago el 3+2, rezo el Ángelus... Jesús, que nunca me olvide que estas prácticas de piedad son medios para acercarme más a ti, para quererte más, pero no son fines. Jesús, Tú no eres como las máquinas de Coca-Cola® que echas una moneda y sale la lata. Jesús, no te voy a comprar con mis rezos, pero sí te voy a ganar con mi corazón enamorado.
Dile a Jesús que le quieres mucho, ¡pero mucho!, y luego sigues.
Hipócritas, (...) ¡anuláis el mandamiento de Dios por mantener vuestra tradición! (Mc 7, 9).
Jesús tengo los días súper-llenos: clases de piano, de tenis, esgrima, equitación... Es la tradición en mi familia. Y como no quiero ser un hipócrita de esos, también dedico tiempo a los demás. En el viejito del asilo que espera mi visita, en el pesado de mi hermano, en el niño al que doy catequesis... En ellos veo tu «imagen y semejanza», que me enamora. Ahí me esperas…
Dile a Jesús que también le das tu tiempo y terminas.

Propósito: tomarme una Coca-Cola®, por ejemplo.

lunes, 5 de febrero de 2018

“Acariciar” a Dios en cada comunión

Colocaban a los enfermos en la plaza, y le rogaban que les dejase tocar al menos el borde de su manto (Mc 6,56).
Jesús, a veces me lleno de envidia por la suerte que tuvieron algunos de tus contemporáneos: oír tu voz, disfrutar de tu sonrisa, distinguir tus pasos... Se conformaban con poco, tan sólo con tocar el borde de tu manto y... ¡quedaban curados! Jesús y yo, que te recibo en la Eucaristía, no me conformo con tocarte, en cada Comunión quiero acariciarte con mis obras buenas en mi alma para que también me cures.
Jesús, ¡qué ganas tengo de comulgar! ¿Por qué no voy más a Misa?
Y los que lo tocaban se ponían sanos (Mc 6,56).
Jesús, ¿te acuerdas? Aquel muchacho de 15 años entristecido porque al asistir a la Santa Misa el domingo con toda su familia no pudo comulgar. Tenía en la conciencia haber cometido un pecado grave. Veía a los demás, sus papás, sus hermanos comulgar y sintió un gran vacío, un hambre de eucaristía, una gran necesidad de tener a Dios en el alma. Cuando poco después por la confesión recuperó la gracia, comentaba, con una sabiduría impropia de su edad, como Dios se había servido de esa tristeza, de ese vacío, para que valorara más lo que es la comunión, tener a Dios en el alma. Jesús, ¡qué suerte más grande tengo! En cada Comunión te hago mío, te como ¿Las aprovecho? En cada Comunión ¡toco a Dios!
Después de la Comunión me quedaré un ratito con Jesús, dando gracias.

Propósito: Acariciar a Dios en mi alma cada vez que comulgue.

domingo, 4 de febrero de 2018

Padre no como yo quiera sino como Tú

La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron. Jesús se acercó, la tomó de la mano y la levantó. Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos (Mc 1, 29-31).
Jesús mío, es que no te dejaban tranquilo, ni siquiera al anochecer: te pasaste toda la noche atendiendo enfermos. San Pedro seguro que refunfuñaba y con su voz de pescador gritaba desde la puerta: ¡Pero por favor, dejad descansar al Maestro! Y desde fuera la gente le contestaba: ¡Claro! ¡Cómo ya te ha curado a tu suegra…! ¿Y quién me cura a mi hijo? ¿O al primo? Y quizá incluso alguno también llevaba un cachorrito o un pájaro enfermo. Y Pedro, todo avergonzado, no supo que decir. La mirada sonriente de Jesús le sirvió de respuesta.
¿A quién puedes llevar para que te lo cure?
Se levantó de madrugada se marchó al descampado y allí se puso a orar (Mc 1,36).
Jesús, ¿pero de qué hablabas tan temprano con tu Padre? —De que iba a ser sino de aquella niña enferma: Padre, te doy gracias por haberme escuchado (Jn 11,41). O de aquel otro que no pudo salvar: Padre, no como yo quiero, sino como Tú (Mt 26,39). Y también de ti y de mi… ¿De qué iba a hablar?
Jesús, que de mí solo puedas contar cosas buenas.

Propósito: llevarle “enfermos” Jesús.

sábado, 3 de febrero de 2018

No te dejo, ¡siempre contigo!

Y les dice: —Venid vosotros solos a un lugar apartado, y descansad un poco (...) Y se marcharon en la barca a un lugar apartado ellos solos (Mc 6, 32-33).
Pobrecitos. Los discípulos debían estar cansadísimos... Jesús, ¡cómo te preocupas por tus apóstoles! ¡Cómo les cuidas!... ¡Cómo me cuidas a mí! A Pedro, cuando estaba muy cansado, quizá se le rizaban las barbas y a Mateo tal vez le brillaba un poco más la calva. Son detalles que sólo perciben los ojos de los que aman. Y Tú, Jesús, te dabas cuenta enseguida: Eres un padre con ojos y corazón de madre.
Cuéntale lo cansado que estás para que te reserve sitio en su barca.
Venid a mí todos los que estéis cansados y agobiados (Mt 11, 29).
Eso va por mí, diría San Pedro; ¡Y por mí!, añadió el de la calva reluciente. Venid vosotros solos a un lugar apartado. Y te los llevaste, no a cualquier sitio, sino... ¡de paseo! ¡De paseo en la barca de Pedro por el Mar de Galilea! Y se marcharon en la barca a un lugar apartado ellos solos. Ellos solos con Jesús, iban muy contentos.
Dile a Jesús que nunca le vas a dejar solo.

Propósito: aprender a descansar con Jesús.

viernes, 2 de febrero de 2018

La Presentación del Señor. El Niño iba creciendo

Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la Ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, como está mandado en la Ley del Señor (Lc 2, 22-23).
Jesús, tus papás José y María -que te querían mucho- te llevaban al Templo de Jerusalén. A mí también mis papás -que me quieren un montón-, me llevan cada domingo a Misa. Pero no lo hacen porque si, sólo por cumplir la ley, por el cumplimiento (cumplo-y-miento), ¡qué feo!, sino por Amor a Dios. Jesús, en la Eucaristía me esperas para alimentar mi alma. ¡Sufres tanto con las almas desnutridas, raquíticas! Al que escandaliza a uno de estos pequeños, más le valdría que le encajaran en el cuello… (Lc 17, 2-3). ¡Atentos, papás! Y cómo gozas con las almas gorditas, como la mía, bien alimentada, con tu Cuerpo.
No llevar a Misa a los niños es una crueldad, es desnutrir sus almas.
El Niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba (Lc 2, 22-40).
—Llevo 20 años yendo a Misa y no me acuerdo de ninguna homilía. Eso de ir a Misa ¡no sirve para nada!, se justificaba aquel hombre. Y su amigo le explicó: -Llevas 20 años comiendo 3 veces al día y ni siquiera puedes recordar lo que has comido hoy. Pero si no te hubieras alimentado cada día, ahora estarías muerto, le explicó su amigo. Jesús, gracias por alimentarme cada semana.
Dile que quieres tener un alma gordita.

Propósito: ser gordito en el alma.

jueves, 1 de febrero de 2018

3+2 febrero 2018

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Sandalias de repuesto

Jesús llamó a los Doce y los fue enviando de dos en dos (...) Les encargó que llevaran para el camino un bastón (…) que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto” (Mc 6, 7-9).
No era dinero, ni una maleta, ni una túnica nueva... Era solo una sencilla caja de zapatos, pero con una nota desconcertante: Que hermosos son sobre los montes los pies de los que llevan el evangelio (Is 52,7). Aquel sacerdote, recién ordenado, abrió el regalo y encontró mucho más que un par de zapatos. Ahí dentro estaba todo un programa para su vida de apóstol; y entendió lo de las sandalias de repuesto. Pies ¿para qué los quiero? ¿Para dar patadas y poner zancadillas? Nooo...; -Para llevar el evangelio a todo el mundo.
Dile a Jesús que puede contar con tus manos, con tu boca y tus pies…
Jesús se levantó de la cena, se quitó la túnica, tomó una toalla y se la puso a la cintura. Después echó agua en una jofaina, y empezó a lavarles los pies a los discípulos (Jn 13, 4-5).
Jesús, me conmueve como cuidabas a tus apóstoles en la Última Cena. Lo que lavabas con tanto cariño no eran precisamente piecitos de niño; eran pies sucios y polvorientos, pies de largas caminatas por Palestina. Quizás decías: pero Que hermosos son los pies... mientras los besabas, también los de Judas. Jesús, mis pies, quiero que sean tus pies que te lleven a todo el mundo.
Sigue hablando con Jesús y pídele ser generoso.

Propósito: Generosidad