sábado, 3 de febrero de 2018

No te dejo, ¡siempre contigo!

Y les dice: —Venid vosotros solos a un lugar apartado, y descansad un poco (...) Y se marcharon en la barca a un lugar apartado ellos solos (Mc 6, 32-33).
Pobrecitos. Los discípulos debían estar cansadísimos... Jesús, ¡cómo te preocupas por tus apóstoles! ¡Cómo les cuidas!... ¡Cómo me cuidas a mí! A Pedro, cuando estaba muy cansado, quizá se le rizaban las barbas y a Mateo tal vez le brillaba un poco más la calva. Son detalles que sólo perciben los ojos de los que aman. Y Tú, Jesús, te dabas cuenta enseguida: Eres un padre con ojos y corazón de madre.
Cuéntale lo cansado que estás para que te reserve sitio en su barca.
Venid a mí todos los que estéis cansados y agobiados (Mt 11, 29).
Eso va por mí, diría San Pedro; ¡Y por mí!, añadió el de la calva reluciente. Venid vosotros solos a un lugar apartado. Y te los llevaste, no a cualquier sitio, sino... ¡de paseo! ¡De paseo en la barca de Pedro por el Mar de Galilea! Y se marcharon en la barca a un lugar apartado ellos solos. Ellos solos con Jesús, iban muy contentos.
Dile a Jesús que nunca le vas a dejar solo.

Propósito: aprender a descansar con Jesús.