Venid
vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde
la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me
disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis (Mt 25, 34-35).
Jesús,
a veces te veo por la calle y, perdóname, me hago el loco. Te veo disfrazado en
ese niño enfermo, en ese anciano abandonado y yo no te quiero reconocer. Voy
por la vida con mis anteojos de madera: ojos que no ven, corazón que no siente.
Jesús, ayúdame a mirarte a los ojos -también cuando voy a verte al Sagrario-, a
explotar mi burbuja de bienestar. ¡Estás ahí, como lo estás en el Sagrario!
Cuéntale a Jesús de las personas
pobres que más te han impresionado.
Os
aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis más humildes
hermanos, conmigo lo hicisteis (Mt 25,45).
La
Madre Teresa de Calcuta solía utilizar los cinco dedos de la mano para explicar
la esencia del Evangelio: la identificación de Jesús con nuestros hermanos más
pobres de entre los pobres. Al hablar del Juicio Final el mismo Jesús dice:
Cuanto hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños a mí me lo hicisteis
(Mt 25,40). Mientras decía esto, tomaba la mano de un niño y le iba moviendo
los dedos uno tras otro: A-mí-me-lo-hicisteis. A continuación hacía que todos
los niños lo repitieran: A mí me lo hicisteis.
Mírate los dedos de la mano y
muévelos: A-mí-me-lo-hicisteis.
Propósito: sacar
provecho de la catequesis “digital”.